Recuerdo que siendo niño mi abuelo materno, Antonio Molina Sánchez, una que otra vez relataba en las reuniones familiares, aún impresionado, una memorable contienda boxística que tuvo lugar en la primavera de 1923. El encuentro, que después se calificó "como la pelea del siglo”, tuvo como estrellas a nuestro afamado Luis Ángel Firpo, apodado "el toro salvaje de las pampas”, y al norteamericano y campeón del mundo Jack Dempsey, realizándose en la cosmopolita ciudad de Nueva York.
La contienda, que mi abuelo tuvo la suerte de escuchar por radio, justamente cuando él se encontraba en Buenos Aires, acaparó la atención de miles de "radioescuchas”, que se agolpaban en los pocos transmisores a válvulas que comenzaban a comercializarse (recordemos que la radiofonía surgió en nuestro país en 1920). Fue un evento deportivo que tuvo relevancia mundial y además precursor en nuestra historia deportiva, en cuanto al protagonismo de un compatriota, y la relevancia que le otorgó al boxeo.
La pelea se realizó en el legendario "Polo Grounds”, lugar en el que se conglomeraron cerca de cien mil asistentes, quedando de ella uno que otro registro fílmico. Tal encuentro fue programado luego de varias idas y venidas entre los respectivos promotores. Para Firpo que ya tenía en su haber un importante historial deportivo, significaba la coronación de sus sueños, pues pelear en Estados Unidos con un campeón en aquellos años era la máxima aspiración de un boxeador, además de recibir una abultada cantidad de dólares, más allá del resultado.
La pelea fue corta y contundente, sólo duró dos rounds y aún hoy persisten la dudas en cuanto a la honradez desempeñada por el árbitro. Al iniciarse el pugilato, "el toro salvaje de las pampas”, se presentó ante aquel público inquieto, con su clásica bata con enormes cuadros, mientras su contrincante lo observaba con nerviosismo y respeto. Esta pelea, a diferencia del común de ellas, no se inició con las típicas miradas, en las que los rivales se estudian o se miden, directamente fueron al grano, poniendo en juego todas sus destrezas y la descomunal y feroz fuerza física que ostentaban ambos. Mientras el público, absorto y con una atención inmutable, observaba como los boxeadores trataban sin cavilación alguna, de destruirse, golpearse, sin poner en juego especulación alguna.
Nuestro guapo compatriota cayó varias veces, aunque en una ocasión golpeó fuertemente a Dempsey con un derechazo que lo dejó fuera del ring por varios segundos, a lo que hay que sumar muchas irregularidades que empañaron al combate, por ejemplo el apoyo que recibió el norteamericano para regresar al ring, cosa que violaba elementales reglas del boxeo. Todas estas irregularidades enojaron muchísimo a los argentinos, quedando en la memoria de ellos la amarga certeza que Dempsey ganó el combate de manera injusta.
No obstante la pelea marcó un antes y un después en nuestra historia boxística, conviniéndose años después la fecha del combate -14 de septiembre- como "El Día del Boxeador”.