Los 22 consorcios de empresas nacionales y extranjeras de ocho países que han presentado documentación en el proceso licitatorio para la construcción del Túnel de Agua Negra, el segundo nexo trasandino de estas características entre Argentina y Chile, señala el gran interés que concita la colosal obra.

Se trata de la primera etapa de un mecanismo de selección, que luego pasará a la oferta económica, el plan de trabajo y el esquema de financiamiento, para finalmente firmar el contrato con el grupo seleccionado para ejecutar el megaemprendimiento cordillerano cuyo costo actualizado se estima en 1.275 millones de dólares. De acuerdo a los plazos establecidos por el Ente Binacional Túnel de Agua Negra (Ebitan), en los primeros meses de 2014 se podrían adjudicar los trabajos tras la compleja selección de la capacidad técnica y económica de tantas firmas interesadas.

La trascendencia del acto realizado en Santiago de Chile, que puso en marcha la licitación, tiene características históricas porque cierra un ciclo iniciado hace una década, cuando cobró fuerza la decisión política no sólo de hacer viable todo el año la ruta internacional entre San Juan y Coquimbo sino la de establecer un corredor bioceánico desde el Atlántico al Pacífico cruzando la región central de nuestro país sobre el trazado de la ruta 150.

La reunión del Ebitan en la capital chilena, el lunes último, fue un episodio meramente administrativo, despojado de toda la connotación política que merece una obra de tanta envergadura, pero más allá de las circunstancias del formalismo, merece el reconocimiento a quienes la impulsaron, primero como una política de Estado en San Juan, después con el interés y la participación de los gobiernos nacionales de ambos países y también del aval del Mercosur, por su proyección regional.

Agua Negra es una realidad con etapas irreversibles, que se vienen cumpliendo de uno y otro lado de la cordillera. No ha sido fácil avanzar con la tenacidad de alcanzar un objetivo que en sus comienzos era una verdadera utopía encuadrada en imponderables políticos, económicos, financieros y técnicos, que se fueron superando con una constancia ejecutiva admirable a través de las gestiones realizadas.

El túnel y las obras complementarias, como así también el tramo de la ruta 150, entre Valle Fértil y Jáchal, son prodigios de la ingeniería moderna para una conexión terrestre que las nuevas generaciones la utilizarán como herramienta fundamental del desarrollo regional.