Una nota periodística de un diario local, que data de 1945, justamente en vísperas del legendario 17 de octubre, rescata la vida de una mujer huaqueña, al cumplir 112 años. El periodista de aquella época tuvo el tino de sacar a luz algunos episodios de la vida de esta longeva mujer, quien a la sazón conservaba su memoria intacta y repleta de recuerdos de toda índole, que competían a varias generaciones de sanjuaninos. La mujer se llamaba Romina Viltez, y según los cálculos habría nacido en 1833, un tiempo turbulento -históricamente hablando- que vivió nuestra tierra. Ella relataba, por ejemplo, que su padre -arriero de oficio- era de origen indio, aunque en la nota apunta que era coya. Este hombre se llamaba Francisco Viltez y realizaba periódicos viajes a Chile, con el peligro que significaba en aquella época, tanto por lo dificultoso del viaje, como también por el peligro de los asaltos por parte de ‘gauchos alzados+. Contaba doña Romina, que su padre regresaba de cada viaje ‘con sus alforjas repletas de billetes+. Este fue el tiempo en que Jáchal e Iglesia mantenían un fluido contacto comercial con el norte chileno.

El hecho de vivir en aquella distante época en la tierra de Buenaventura Luna, no le permitió observar de cerca hechos singulares de nuestro pasado, pero si le llegaban noticias, que ella atesoraba con rigor. Si, en cambio, vio a las montoneras, no olvidándose de sus especiales ponchos y de una especie de trueque que con ellos llevó a cabo: su familia les entregaba huevos y gallinas a cambio de azúcar y yerba que los montados traían consigo. En cuanto a los ‘ecos’ de lo que sucedía en la ciudad capital o en el país, hablaba de la época del gobernador y caudillo federal, Nazario Benavides, especialmente cuando éste fue asesinado en 1858. Además recordaba los tiempos de Sarmiento, tanto de gobernador como presidente, y datos de Fray Justo Santa María de Oro y Francisco Narciso de Laprida. Otro punto que desgranó a aquel afortunado periodista, es que ‘ella conoció bien las riquezas de su predio, casi un siglo antes de la llegada del riel civilizador, que en este caso trajo como consecuencia, una singular paradoja, porque el silbato del tren señaló visiblemente un fatal retroceso hacia la pobreza y el abandono’. Lo cual fue así pues este hecho en parte, puso fin al ‘esplendor jachallero’. También atesoraba recuerdos del terremoto de 1894. Llegado al presente, es decir a 1945, doña Romina decía, que hasta no hace mucho tiempo montaba su mansa yegua, recorriendo el campo y el vecindario, además de cuidar su jardín, pasatiempo favorito que le llevaba horas y horas.