Me pongo a mirar los días, sentado en un banco de la plaza. Una piba de mini que viene caminando me mira de reojo y el nudo de mi corbata se me corre hacia la izquierda. Pienso en ese instante "lo lindo que hubiese sido tener veinte años”, decirle a la piba lo hermosa que está, con su piel bronceada y el andar despreocupado, abriéndose paso en la mañana del verano. Pero de pronto la realidad me pone en mis cabales y con sesenta y tantos años, miro para otro lado y me hago el distraído y es entonces que me invade un extraño coraje y me levanto del banco. Comienzo a caminar entre la gente que viene y va y entre aquella que me rodea.

El campanil de la Catedral da las once y doy cuenta que los amigos me esperan en el café, mejor dicho que debo esperarlos, porque ninguno es puntual y esto ocurre siempre, desde hace más de cuarenta años, cuando en el desaparecido "City” nos comenzamos a reunir, para hablar de poesía y tratar de hacer un mundo mejor -ilusiones de los veinte años en que todo se puede hacer- muchas cosas hicimos y otras quedaron a medio hacer, pero que bueno es haber hecho algo, sin haber prometido nada.

La moza del café me sirve lo de siempre. No hace falta que le pida nada -me conoce desde hace tiempo- sólo me dice; ¿cómo anda profe? nunca le pregunté por qué me llama así, pero como me cae bien lo dejo en ese punto. Primero llega Carlos Quinteros, después Guido Iribarren y por último Paolo Muñoz, el poeta más joven del grupo y comenzamos a sumar temas en la contienda diaria de lo que dicen los diarios y en lo que casi nunca nos ponemos de acuerdo. Uno de nosotros recuerda a "Pepe” Campus y entonces la conversación toma otro rumbo y el poema o los poemas que escribimos los últimos días aparecen en papeles medios ajados y con letras poco legibles, porque se escribieron a las apuradas y uno no quiere que las palabras se le escapen. Carlos leyó "El gris de la mañana/ abrazaba el incipiente invierno/ mientras un jubilado esperaba en la calle/ su turno para cobrar…” Iribarren dijo "Calingasta en febrero/ manzanas encendidas/ perfuman la tardes/ al pie de los cerros/ besados por hilachas/ de aguas cristalinas…” Muñoz a su vez dijo tímidamente "Las mariposas multicolores/ en esta primavera/ no aparecieron/ los pesticidas/ produjeron una mutación/ y nacieron sin alas…” y dije yo "palidecen las estrellas/ cuando asoma el alba/ palidecen los días/ que vienen del mañana/ en donde existen/ los inválidos pensamientos/ de todo aquello que pasó…”

Así concluye otra mañana en el café y que otras veces se transforman en noches que se repetirá otro día sin previo acuerdo de fecha, porque esa se da cuando algo interior nos convoca a una nueva reunión, donde hablaremos de política, gobernantes, de poesía y también de fútbol, porque aunque usted no lo crea, hablamos del verdinegro, porque somos hinchas y nos preocupa el bajón que ha tenido.