La sorpresiva elección del cardenal argentino Jorge Bergoglio para dirigir a la Iglesia Católica con la investidura de papa Francisco, ha repercutido favorablemente en el mundo por razones que superan los credos, ideologías y sectarismos.
Para gravitantes naciones, el nuevo Pontífice representa no sólo la bocanada del aire fresco que necesita la Iglesia para enfrentar sus problemas internos sino para el resto del mundo, cuyos desencuentros y conflictos necesitan la mediación de un hombre de diálogo, de búsqueda de consensos, pragmático y firmes decisiones como lo ha demostrado ante la gente más desprotegida, en una generosa entrega de intensa dedicación.
Bergoglio tiene el perfil para asumir el papel de estadista que demanda el contexto mundial y por eso su designación se observa como un punto de inflexión de connotaciones históricas. Estamos asistiendo a un antes y un después de un liderazgo milenario sustentado por la burocracia del Vaticano de figuras académicas y teológicas. Ahora hubo un giro hacia una larga experiencia pastoral, en un continente donde vive el 42% de los católicos del mundo. También porque por primera vez un jesuita, la orden fundada en el siglo XVI reconocida por su trabajo en educación y la capacidad intelectual de sus miembros, llega al trono de san Pedro.
El presidente ruso, Vladimir Putin, saludó con júbilo la elección, convencido en que Francisco promoverá la paz y el diálogo entre las civilizaciones y las religiones, sumándose a la alegría de Barack Obama. Pero también las esperanzas de cambio son de Japón, cuya población católica no llega al 1% y de China, que le dio la bienvenida a pesar de que rompió relaciones con el Vaticano en 1951 por la intolerancia religiosa del régimen comunista.
Más rápido aun, el presidente de Israel, Shimon Peres, ya invitó al nuevo Papa a visitar Tierra Santa lo antes posible, para ser recibido como "’un hombre de inspiración que puede ayudar en el intento de traer la paz a un lugar tormentoso”, donde le darán la bienvenida judíos, musulmanes y cristianos. Igual esperanza expresaron los gobiernos africanos, del sudeste asiático.
Se abre un capítulo de liderazgo religioso proyectado a una sociedad universal inmersa en el cambio. Y los argentinos tenemos la dicha de ser espectadores privilegiados.
