La elección que hoy se desarrollará en la República Argentina no se parece en nada a las anteriores contiendas electorales que vivió el país en cualquiera de los momentos de su historia. El elemento obvio de la pandemia y sus consecuencias sociales y económicas, sumado a un particular pasaje por el que atraviesan las dos fuerzas políticas de mayor atención en el país, convierten este proceso electoral en único. Es la primera vez que una interna pública pone en juego la conducción de Juntos por el Cambio. Y también es la primera vez que un Presidente y su Vicepresidente peronistas se medirán los votos en una clara disputa por comandar el gobierno y, probablemente, el futuro político de ese movimiento. Lo que hoy está en juego en el país es el poder político de las principales fuerzas electorales, y no tanto el grupito de candidatos que luego disputarán bancas en el Congreso de la Nación. Todo en medio de una pandemia histórica para la que nadie estaba preparado, que cambió la forma de ver, actuar y pensar en el mundo. 

Alberto Fernández llegó a la Presidencia gracias al apoyo de su vice, Cristina Fernández, y de un aporte electoral difícil de medir afincado en los que miraban de reojo a CFK, pero que no querían nada a Mauricio Macri. Transcurridos ya dos años de aquella elección, todo el oficialismo estará contando votos y haciendo comparaciones: si obtienen menos apoyo que en 2019, ¿de qué servirá mantener la sociedad entre Cristina y el Presidente? Con un resultado adverso el banquito que sostiene al Presidente habrá caído y se abrirán tantas dudas como posibilidades de futuro. En sentido contrario, si Alberto logra sumar adherentes a pesar de la pandemia y los inconvenientes que esta le provocó, ¿le hará falta mantener la sociedad con Cristina? Probablemente, si ese buen resultado ocurre, por primera vez el Presidente tendrá alguna cuota de poder por encima de su compañera. En cualquiera de esos escenarios lo único que los unirá entonces será mantener el poder, porque uno sin el otro es el abismo mismo, para el peronismo y para el país. En lo institucional, será vital la cordura política del mandatario y su compañera, pero en el comando político, habrá cambios, sin ninguna duda. O se profundizará la incursión de Cristina en el Poder Ejecutivo, o Alberto empezará por fin a tener algo de espalda como para tomar el mando de las decisiones políticas, que son las que más cuestan y las que peores consecuencias le pueden traer al país.

Tampoco hay que pensar que la vida se termina mañana, porque si algo sabe el peronismo es flotar, gobernar en la malaria, en la confusión. Sin ir más lejos, justamente en este caso, el peronismo logró mantenerse a pesar de las fuertes diferencias internas y un escenario mundial que nadie quiere ni sabe cómo encarar. La fuerte conducción de Cristina no permitió rebeliones internas disruptivas y eso posibilitó el surfeo gubernamental que vemos a diario. Sólo pasó lo obvio: alguna que otra escaramuza dialéctica que no pasó de ese plano. Resulta evidente que la pareja presidencial no piensa igual en cuanto a lo institucional. Sí se nota a lo lejos una coincidencia de pensamiento político que tiene escasas diferencias, pero en las formas de llevar adelante la administración del país, chocan y se ve de lejos. Hay mucho en juego en el caso del oficialismo nacional y nadie parece aflojar.

Por el lado de Juntos por el Cambio los vínculos no son color de rosas, tampoco. La incontrolable arremetida de Horacio Rodríguez Larreta en la conformación de listas en provincia de Buenos Aires y algunos otros distritos, será medida también con votos. El Jefe de Gobierno Porteño se juega sus chances de líder hacia adentro y de presidenciable hacia afuera, en una coalición que no tiene por costumbre encolumnarse en claros liderazgos. Larreta incursionó en territorio bonaerense, pero Mauricio Macri lo hizo en Córdoba, por ejemplo, donde su apoyo al radical Mario Negri terminó dividiendo al Pro cordobés. Es decir, ¿quién manda? ¿quién arma las listas? ¿quién encarna la idea principal? Además, en medio de esas desavenencias amarillas aparecen los radicales. Los muchachos del partido centenario creen que Facundo Manes es el mesías que viene a rescatar a los argentinos de la mala política. O, al menos, así lo venden. De hecho, el neurocientífico arrancó la campaña pidiéndole a su rival en la interna con el Pro, Diego Santilli, que no use plata de la Ciudad para la campaña, lo que generó muy fuertes cruces que hasta hoy se reprochan. La estrategia Manes de los radicales también será medida en votos y eso posicionará al radicalismo o no en una lucha interna con el marismo/larretismo por la conducción de la oposición. No hay que olvidar que radicales y dirigentes del Pro van a internas en 17 de los 24 distritos electorales del país. Evidentemente no hubo estrategia de conjunto o no hay nadie que lidere de manera clara, o ambas cosas. Para colmo, habrá que ver luego quién pondrá orden después de las internas, porque si ahora los liderazgos están difusos, ni qué hablar con las heridas de las derrotas sangrando. ¿Podrán el Pro y la UCR contener a los perdedores para la general de noviembre? Y si así fuese, ¿podrán mantenerlos en los bloques legislativos luego de esa fecha? Toda una incógnita incluso puertas hacia adentro. Todo un campo fértil para el gobierno.

Más allá del resultado de hoy y noviembre, está la pandemia, ese condimento que transformó el escenario para todos sin excepciones. Los dirigentes, como cualquier hijo de vecino, tuvieron que salir a acomodarse y modificar las formas y los objetivos. La campaña no fue igual a ninguna. Algunos lograron acomodarse mejor y otros no tanto. El Gobierno nacional cometió un sin fin de errores que fue tratando de subsanar a medida que avanzaron los días. No somos un país rico y no lo éramos cuando asumió Alberto Fernández. Estábamos endeudados y eso, a la hora de comprar vacunas, no ayudó a competir con otros países más estabilizados. Las vacunas, como todo en este mundo, es cuestión de plata, no hay más que hablar. Argentina no la tiene y, además, mete la pata con espantosa frecuencia. Ese cóctel nos puso entre los peores del mundo en gestión de pandemia y economía, o al menos eso creemos.

 

  • SAN JUAN

¿Y por casa cómo andamos? Sería la pregunta a responder. En esta provincia hay un evidente acuerdo político no firmado de no agresión entre las principales fuerzas políticas, que de a poco fue ganando la aceptación de todos. La muy fuerte conducción política de Sergio Uñac diagramó lo que finamente ocurrió: una disputa de marcas para pelearle a un escenario impredecible e indescifrable. A comienzos de año Uñac invitó a subirse al ring a la oposición cuando lanzó aquella idea de abrir internas también en el oficialismo. Dijo, aunque sin mencionarlo de esa forma jamás, que si la oposición quería ganar la elección iba a tener que pelear muy fuerte y hasta el último día antes de la veda, o más. "Si ellos arman internas, yo les armo el doble", dicen que dijo Uñac en una reunión con acólitos. Ese mensaje no fue para los propios, fue para Marcelo Orrego y compañía, quienes tenían expectativas de mejorar los resultados de elecciones anteriores porque veían un gobierno nacional débil que podía tirar hacia abajo a sus rivales. Varios opositores soñaron con emular 2013, cuando una gran interna basualdista causó susto en el PJ. Uñac la vio venir y pegó primero, lo que causó efecto en sus rivales. Incluso a Orrego algunos de sus más cercanos le reprochan hasta hoy no haber avanzado aún más, pero el líder del macrismo sanjuanino decidió esperar alguna otra oportunidad, vaya uno a saber por qué. Si hay algo difícil en la política sanjuanina, es saber hacia dónde y en qué momento moverá sus piezas Orrego.

A diferencia del plano nacional, donde la oposición y el oficialismo se juegan el mando interno, acá está muy claro: Uñac en el peronismo y Orrego, con alguna pequeña intromisión aún de Roberto Basualdo, son los que manejan los hilos. No hay dudas sobre ello y todos lo tienen muy claro. Nadie, al menos por ahora, se anima a cuestionarles votos ni estrategias. Por ahora es porque, de alguna forma, todos han logrado aumentar o al menos contener el espacio político que recibieron. Además de que la paz les queda cómoda a todos y, con buen criterio, tanto oficialistas como opositores decidieron no aumentar el estado de incertidumbre generalizada con cruces, chicanas o aprietes públicos o en privado.

Lo que se ve en TV nacional casi emula a Game of Thrones, la tira de HBO donde varias familias nobles luchan por el poder del Trono. Además, en la vida política argentina y sobre todo lo que se ve en medios nacionales, hay tantos personajes extraños como en la serie, nadie puede negarlo. En San Juan, por suerte, podemos decir que estamos muy lejos de esos tremendos juegos de poder. Prefiero San Juan.