Botafogo a un lado, Laranjeiras al otro y entre ambos barrios de la distinguida zona sur de Río de Janeiro la favela de Santa Marta, una comunidad que, como muchas otras de la ciudad, se abre a los turistas que quieren conocer la realidad carioca que está a espaldas de las playas.

Y es que las favelas de Río de Janeiro brotan entre los barrios más ricos aprovechando los recovecos de los oteros rocosos y, tras su pacificación, se han convertido en el tercer destino turístico de la ciudad, una atracción por la que se dejaron encandilar visitantes ilustres como Hugh Jackman, Madonna o Lady Gaga.

Impulsado por esa nueva oportunidad, Thiago, nacido y criado en Santa Marta, comenzó en 2007 a mostrar la favela en la que creció a los turistas que así lo deseaban. Manifiesta que "’Hace cinco años sólo eran extranjeros los que se acercaban hasta aquí. Hoy, con la pacificación (como es conocido el proceso puesto en marcha por el gobierno regional para expulsar a los narcotraficantes que controlaban las barriadas pobres de Río), hemos podido recibir a muchos brasileños. Antes, sólo el 5% de los visitantes era de nuestro país, hoy casi la mitad”, asegura. Thiago se muestra particularmente satisfecho de haber promovido la interacción entre vecinos que viven a tan solo una calle de distancia y que antes ni se conocían, unos vecinos que, según afirma, nunca habían subido a la favela y que ahora tienen la oportunidad de hacerlo y de "’conocer como se vive, comer una "’feijoada”, tomar una cerveza o bailar funk.

Pero las visitas también permiten, tanto a brasileños como a turistas extranjeros, conocer una realidad compleja de primera mano que, en opinión de Thiago, es diferente a la que muestran los medios que, a su juicio, hablan del lado malo de las favelas, no del bueno. Según afirma, el 97% de los moradores de estas comunidades son trabajadores y honestos, pero la imagen mediática negativa hace con que las personas que acuden a visitar Santa Marta lo hagan con miedo y recelos, aunque, tras visitar la comunidad y conocer el día a día, ven que son personas alegres. "’Somos un pueblo pobre pero el más feliz del mundo y nuestra favela está abierta para cualquiera”, señala.

Los turistas ven en la posibilidad de ingresar a una favela una oportunidad genial para conocer un poco más el país y el pueblo de Brasil, y conocer las dificultades que enfrentan. Durante una visita se observa una realidad muy dispar ya que, por ejemplo, hay casas hechas de madera que parece que solo un viento fuerte podría tirarlas y otras que están muy bien estructuradas. Preocupa la existencia de cloacas a cielo abierto, lo que, en la opinión de los visitantes favorece que la transmisión de las enfermedades sea muy fácil. La llegada de estos visitantes también ha favorecido el nacimiento de negocios dedicados exclusivamente a este servicio y que no emplean a habitantes de las favelas; un tipo de recorrido que algunos críticos ya han definido como "’turismo de la miseria”.

Otros turistas coinciden en que este tipo de visitas no permite ver en profundidad la vida de la gente y echa en falta no ver los problemas con los que tienen que lidiar los habitantes. "’En dos horas no puedes explorar las relaciones que tienen los vecinos ni una experiencia en profundidad”, aseguran.

(*) Agencia EFE, Río de Janeiro.