La convención fue un océano de caras blancas. El público parecía el reflejo de un Estados Unidos uniformemente blanco que hace mucho tiempo que dejó de existir. Había algunas caras negras, asiáticas y latinas, pero eran tan pocas que las cámaras parecían regresar todo el tiempo a las mismas, como si no pudieran encontrar otras en la muchedumbre. Y efectivamente, es probable que así fuera: solamente había 18 negros entre los 2.472 delegados, según el Washington Post.

No es de extrañar que Trump tuviera tanta dificultad en atraer a más minorías a su coronación como candidato: sólo el 6% de los estadounidenses afroamericanos planean votar por Trump, dice una encuesta de NBC. En Ohio, donde tuvo lugar la convención, el porcentaje de afroamericanos que planean votar por Trump es cero. Entre los hispanos no le va mucho mejor: sólo el 11% de los votantes latinos tiene una opinión favorable de él, según Telemundo. En comparación, el entonces candidato republicano George W. Bush recibió el 40% del voto latino en 2004, John McCain recibió el 31% en 2008, y Mitt Romney el 27% en 2012.

La nominación de Trump pareció sacada de un manual de culto a la personalidad. La silueta de Trump emergió lentamente de detrás de una pantalla blanca en medio de una nube de humo, como una versión hollywoodense de Moisés bajando de la montaña con las Tablas de la Ley. A medida que avanzaba, las máquinas de humo y la música se detuvieron, y el público explotó en una ovación.

La ceremonia pareció una fiesta de familia. Mientras en la mayoría de las convenciones políticas el candidato se presenta únicamente la última noche, Trump estuvo presente en todas. Y la mayoría de los discursos importantes en horario estelar de TV fueron de su esposa Melania y sus hijos Tiffany, Donald Jr., Eric e Ivanka, o empleados de las empresas de Trump.

Puede que esto se haya debido a que muchos de los grandes nombres del Partido Republicano como Bush, McCain y Romney no asistieron, en una clara señal de protesta en contra de la nominación de Trump. La otra explicacion es que se debió a que Trump, quien se ha casado tres veces, necesitaba desesperadamente proyectar una imagen de hombre de familia.

Y los carteles que alzaba el público, todos contenían la misma palabra: ‘again”, o ‘de nuevo”. Haciéndose eco del lema de campaña de Trump, rezaban: ‘Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo”, o ‘Hagamos a Estados Unidos fuerte de nuevo”. Los carteles pedían el regreso a un supuesto pasado idílico de Estados Unidos.

¿Se refería ese ‘de nuevo” a los tiempos antes de que las mujeres, los negros y los hispanos podían ser elegidos presidentes? ¿O a los tiempos en que la última administración republicana dejó a Estados Unidos en bancarrota, en 2008? Trump, cuyo discurso de aceptación fue el más largo de la historia reciente en las convenciones republicanas, todavía no explica bien a qué se refiere con su ‘de nuevo”.

Mi opinión: mirando gran parte de la convención republicana con el sonido del televisor apagado, para concentrarme mejor en lo que podía ver, me pareció la coronación de un ‘máximo líder”. Fue un gran despliegue de culto a la personalidad, y un mal presagio de lo que podría ocurrir si Trump gana las elecciones.