Luego de más de una década de esfuerzos para sortear las enormes presiones de la industria tabacalera, el Congreso de los Estados Unidos logró sancionar la ley que constituye uno de los últimos capítulos para regular la actividad que promueve el hábito de fumar.
El propio presidente Barack Obama recibió con beneplácito la norma, adelantando que la promulgará de inmediato, cuando llegue a la Casa Blanca. La durísima legislación anti tabaco surge a 27 años del primer informe de la Dirección de Salud de EEUU, advirtiendo que el cigarrillo era la principal causa de la mortalidad por cáncer.
Si bien varios Estados norteamericanos tienen leyes para proteger a los no fumadores, incluso con prohibiciones en estadios deportivos, la nueva ley federal es una decisión contundente contra una industria que mueve anualmente 89.000 millones de dólares. Es un giro histórico que termina con la protección y prebendas políticas para las tabacaleras multinacionales. De ahora en más el ente regulador será la Oficina de Control de Alimentos y Drogas (FDA) y, entre las serias restricciones, se eliminan los cigarrillos "light" (livianos) o "ultra-light" (ultralivianos), ya que no se ha comprobado que sean menos dañinos que los normales. También se prohibe la fabricación de cigarrillos con aditivos de sabores dulces o frutales, destinados a llevar a los jóvenes a la adicción.
Si observamos que las compañías líderes son estadounidenses, estas severas restricciones repercutirán para atenuar el único flagelo de la humanidad que puede erradicarse por decisión de las propias víctimas.
