Um Ahmed Ali añora los tiempos que pasó al lado de su marido antes de que fuera secuestrado y asesinado. Ahora forma parte del llamado "Ejército de las viudas de Irak”, un grupo que sufre la presión de las tradiciones, la soledad y el desamparo. "Mi marido se esforzaba como podía para hacernos felices y proveer todo lo necesario. Después de su asesinato (hace tres años), me quedé sola, obligada a trabajar porque mi padre no puede ayudarme, y además no me puedo volver a casar por tradiciones de la familia”, se lamenta Um Ahmed.

"Mi vida es un infierno y un sufrimiento continuo”, agrega, resumiendo sus penurias mientras busca trabajo para mantener a sus hijos, de 6 y 4 años.

El "Ejército de las viudas de Irak” se nutre de las centenares de miles de mujeres que se han quedado solas por la violencia que vive el país desde hace siete años. Aunque reciben una subvención del Gobierno, el dinero es escaso. "Estamos padeciendo una real tragedia estos días”, agrega Um Ahmed.

Según datos de la ONU, el 22,9 % de la población iraquí vive por debajo del umbral de la pobreza, una situación que se agrega a una violencia política que sólo el año pasado costó la vida de 4.000 civiles.

La mayoría de las viudas están sobrecargadas con las responsabilidades de la vida, mientras buscan trabajo o esperan casarse otra vez, sobre todo aquellas que tienen menos de 30 años.

No hay datos fiables sobre el número de viudas en Irak porque hace mucho tiempo que el país vive sin censo, pero cálculos extraoficiales cifran en dos millones las mujeres que se han quedado sin sus maridos y en cinco millones los niños sin padre.

Nawal Haizam, de 35 años, formó parte de la lista de viudas de Irak dos años después de casarse.

Su marido murió por una explosión en la provincia norteña de Salahadin, y ahora ella tiene que hacerse cargo de su hijo, que nació sin que llegara a conocer a su padre.

Nawal recibe como subvención del Gobierno una suma equivalente a 140 dólares mensuales, un dinero que no cubre todos sus gastos, aunque sostiene que eso es mejor que nada.

Obtiene ingresos extras haciendo trabajos de costura dentro de su casa, porque su familia no le permite salir a la calle. Y lo cuenta mientras se le saltan las lágrimas después de mirar la foto de su marido, en un sitio preferente.

Y Hayam Jalil, de 38 años, perdió en 2007 a su marido, un soldado del Ejército, cuando unos desconocidos armados con pistolas con silenciadores irrumpieron en la casa, apoyaron un arma en el pecho de su marido y lo mataron frente a su esposa.

"Los asesinos de Al Qaeda me robaron la sonrisa, me inscribieron en la lista de viudas y convirtieron mi vida en un infierno”, agregó.