No es fácil vivir estos tiempos en la Argentina, sin alterarse. Cada vez se hace más difícil en nuestra sociedad lograr un lugar equidistante entre los acontecimientos de interés público. Es el resultado del exceso de pronunciamientos sobre un mismo tema y o de sorpresivos acontecimientos como fue la presión ejercida al diario Clarín con 200 empleados de las Afip, la semana pasada, operativo que se extendió a sus dependencias y a los domicilios de sus gerentes y altos ejecutivos.

Este hecho fue comentado como un atropello en varios diarios del exterior. Se trata de acontecimientos que sirven a los agitadores disfrazados de políticos para sembrar ideas de confrontación sobre situaciones fáciles y o problemas inexistentes. ¿Qué se busca? Simplemente confundir, confundir a algunas instituciones y al ciudadano común que, cansado de la abundancia de palabras inútiles, opta muchas veces por no enterarse de lo que sucede diariamente para resguardarse a sí mismo.

Es común escuchar decir que "ya no escucho noticias ni las veo por televisión, veo deportes o películas". Es decir que los sembradores de problemas -de ideas extrañas u opuestas a la opinión común y o al sentir de las personas- obtienen un resultado indefinido porque el hombre se aleja momentáneamente de la política aunque no renuncie a ella.

Muchas veces desde la tribuna oficial, encendidos discursos pretenden hacerle creer a la gente que se la protege cuando, en realidad, se les habla de algo irreal con apariencia de verdadero. Son aquellas personas -sea cual fuere su rango, aunque siempre importante- que emplean una y otra vez expresiones o frases envueltas en contradicciones. Se hace ésto en momentos en que el argentino sólo aspira a vivir en paz y producir, asumiendo sus responsabilidades civiles. Pero quienes tergiversan las palabras y los hechos adquieren una gran responsabilidad ante la historia, aunque no lo sepan. El supuesto heroísmo termina pronto y desdibujado y lo que le sigue es un gran signo de interrogación.

Pero, ¿qué se hace desde la tribuna pública, además de jugar con las palabras? Se juega con la emoción de algunos grupos de ciudadanos. Tengamos en cuenta que los mensajes emocionales no estimulan actividades lógicas sino que tratan de persuadir por un camino mucho más rápido (que la inteligencia) para alcanzar adhesiones. Como se sabe, apelando a las emociones se logran más rápidamente ciertos objetivos.

Sin embargo, debería haber una relación lógica y normal entre el emisor del mensaje político y los incontables receptores. Pero sucede muy poco. Ello es bastante común sólo en países con un gran desarrollo educativo.

Estos hábitos pequeños -sin sentido común ni grandeza- sirven a la vez para tapar los temas principales, los que nos agobia, porque agobia el sólo hecho de no poder entender hechos como el llamado la mafia de los medicamentos.

Desde los poderes del Estado -y después de lo expresado públicamente por el juez federal Norberto Oyarbide- no se han pronunciado sobre este hecho infame a no ser por la intervención del Sindicato Bancario a cargo de Juan José Zanola quien recusó al juez y negó los hechos. Los diarios capitalinos ya el miércoles de esta semana agregaron a la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), sindicatos del Personal del Turf, de Agentes de Lotería y Afines, del Personal Gráfico, de Municipales de Avellaneda y Aeronavegantes.

Como si fuera poco, ese mismo día, en Mataderos, tres hombres disfrazados de policías fingieron realizar un procedimiento y asaltaron una droguería, de donde robaron 30.000 pesos, cajas con drogas y una camioneta. Todo en tres minutos

Los días venideros serán reveladores porque es imposible tapar el sol con las manos. Parecería imposible -también- la existencia de la llamada mafia de los medicamentos -u otras similares si las hubiere- sin algún apoyo político en sus estructuras ocultas.

¿Qué pasa con nuestro país que no tanto tiempo atrás era admirado por otros hasta del continente europeo? Todo ésto que nos sucede no llegó de golpe sino que es el resultado de haber abandonado los grandes ejes de la sociedad como lo son la educación y la cultura y el haber bajado las condiciones para los cargos públicos.

Una reveladora respuesta. Una vez el magnate japonés Isao Nakauchi le preguntó al Peter Drucker cuál es el camino a seguir en países en que se han producido sucesos como la caída del imperio romano. Drucker contestó: "Es necesario que exista un sector social que reconstruya la comunidad". Esto podría suceder entre nosotros. Hay más gente correcta que de la otra, sólo que la educación los hace mantener en silencio cuando aparecen formas incorrectas de procedimiento. No se puede romper todos los límites desde una gestión porque -hay que repetirlo- quien no respeta los límites destruye pero se autodestruye. Es inevitable.