La ola delictiva que soporta la sociedad lleva al ciudadano común a vivir en un permanente estado de incertidumbre frente a la inoperancia por acción u omisión de las autoridades que deben garantizar la seguridad pública. El sentimiento de desprotección llevó a cambiar hábitos y rutinas de vida, lo que altera los ánimos e implica estar a la defensiva tanto en la calle como en el propio hogar, mientras la crónica diaria le recuerda a cada persona que es una víctima en potencia, y puede concretarse en cualquier momento.
Ante esta situación extrema la gente se pregunta qué hacer en la impunidad que la rodea para no transformarse en la próxima víctima. La realidad indica que la delincuencia aumenta aunque las estadísticas oficiales se empeñen en decir lo contrario. Pero las personas honradas serán siempre numéricamente más, por lo que en varios sectores de la comunidad se considera que ha llegado el momento en que la sociedad debe salir a dar muestras de solidaridad, como única salida a este difícil momento.
Colaborar denunciando cada hecho o situaciones sospechosas, constituirse en vigilantes de los propios barrios, difundir medidas de seguridad y estar atento a lo que le pueda pasar a nuestros vecinos en materia de seguridad, son algunas de las acciones que se pueden realizar en busca de la protección mutua que se está reclamando. Sólo de esa forma, evitando la indiferencia, podremos protegernos los unos a los otros de esta proliferación de ilícitos.
Confiar entre nosotros generará los anticuerpos que reclama la sociedad para repeler el delito. Será un apoyo a las autoridades que tal vez se sientan también impotentes por falta de recursos o políticas efectivas.
