Aunque en la actualidad hablar de sexualidad en casa pareciera menos problemático que en épocas pasadas, muchos padres asumen la actitud del silencio, bajo la premisa de que "de eso no se habla", debido a los propios errores o malos entendidos en esta materia y a una concepción del sexo como tabú o prohibido, donde el cuerpo y su genitalidad son considerados sucios, pecaminosos o malos. Visión totalmente errada, ya que el sexo es bueno y santo, por ser creación de Dios.
El silencio, el no enseñar a discernir el bien y el mal, permiten que la educación paralela de diversas fuentes y con muchas ideas distorsionadas, mal eduque a los hijos. Todas estas dificultades para abordar el tema constituyen un obstáculo para desarrollar la comunicación padres-hijos. Esto hace que muchos adolescentes busquen respuestas a sus necesidades afectivas y sexuales por medio de sus pares. De esta manera quedan expuestos a las desviaciones y estímulos eróticos del medio que los rodea, casi siempre asociado a mensajes valóricos confusos y errados. Las consecuencias de estas situaciones derivan en casos de abusos sexuales, embarazos no deseados, abortos, prostitución infantil y desviaciones de las conductas sexuales.
De acuerdo a mi humilde experiencia lograda en numerosos talleres para padres de alumnos, algunos de los errores que se presentan son:
Vergüenza desmedida: actitud evasiva, del silencio, como si hablar de sexualidad respondiendo a las inquietudes de sus hijos fuera algo indebido, pecaminoso u obsceno. El niño que observa en los padres esta actitud, valoriza negativamente la sexualidad. Por el contrario, la siembra temprana de la verdad y la confianza es la condición indispensable para que los hijos abran confiadamente su mundo interior. Si los padres se ganan la amistad y la confianza de sus hijos, se convierten en maestros y guías a quien ellos acuden y escuchan.
Identificar la educación sexual con la mera transmisión de conocimientos: es un error creer que la educación sexual pasa por la mera transmisión de conocimientos biológicos y fisiológicos. La verdadera educación sexual implica el ejercicio de las virtudes del pudor y la castidad, es decir, se traduce en comportamientos y actitudes de vida.
Evitar el tema por inapropiado a su edad: algunos padres tienen el temor y a veces hasta el rechazo que, al brindar la educación sexual, sus hijos "pierdan la inocencia" y se vean motivados a la experiencia sexual. No debemos confundir inocencia con ignorancia; inocente es quien obra bien; ignorante es quien desconoce que debe obrar.
Vaciar la educación sexual de contenido moral: es necesario que los hijos conozcan que está bien y que está mal en materia de sexualidad, formando su conciencia, para poder discernir correctamente.
Esperar a que el hijo llegue a la adolescencia para hablar de sexualidad: respondiendo "todavía sos muy pequeño para entender esas cosas", se pierde un tiempo muy valioso para su formación, y luego se hace mucho más difícil.
Sacarse el problema de encima excusándose en el desconocimiento del tema: existe cierta pereza o rechazo a actualizarse y a formarse por parte de los padres. Si los padres no conocen la respuesta a una pregunta o inquietud del hijo, busquen por su cuenta conocer el tema, consultando con quien esté preparado.
Trasladar al niño los mitos, prejuicios y actitudes erradas de los adultos: muchas veces los adultos trasladan su propia maldad y prejuicios a los niños, creyendo que ellos preguntan por el mismo motivo, cuando en realidad el niño pregunta por curiosidad natural y no por malsana intención.
Creer que la educación sexual sólo pasa por las palabras: la educación principalmente se realiza con el ejemplo de los padres.
Pretender explicar todo y de una vez por todas: si bien siempre hay que decir la verdad y nunca mentir, esto no significa que sea necesario dar toda la verdad de una sola vez.
En conclusión, el gran desafío de los padres hoy es brindar una educación integral de la sexualidad a sus hijos. Educar con el ejemplo de una vida sexual y matrimonial sana y virtuosa. Educar transmitiendo los verdaderos valores y virtudes de la sexualidad. Es el hogar el primer ámbito de educación y formación de los niños. La función educadora de los padres es fundamental. La formación integral de la persona implica que los padres se hagan responsables de ello, sin eludir esta misión que nadie más puede suplir adecuadamente.
