Perón recibe los atributos presidenciales del Gral. Edelmiro Farrell.

 

Por Dr. Mario Luna y Prof. Fabián Nuñez (*)

Titulaba el New York Times en nota de tapa de ese domingo 24 de febrero de 1946: "Argentina decide hoy el destino de Perón”, y exponía en estos términos la situación. "Sus seguidores lo han colocado en el pedestal como un nuevo mesías; sus opositores lo ven como el demonio encarnado. Los votantes tendrán que decirle al mundo cuál es la visión que la mayoría de los argentinos escogen”. Como se puede apreciar el tema de la divisiones, las opciones, los caminos diversos y los modos antiéticos de conceptuar la política no es de ahora. Ante la injerencia manifiesta del embajador de EEUU Spruille Braden a favor de la organización de la oposición política a Perón, este se anotó un gran acierto en cuanto al lema que sintetizaría toda la intensa lucha política de la campaña, con la frase "Braden o Peron”. Y así fue como la partida de nacimiento política y electoral acaeció el 24 de febrero de 1946, eligiendo el pueblo a Perón. El radicalismo se dividió, ya que los alvearistas o radicales "galeritas” se fueron con la formula TamboriniMosca, y los radicales renovadores Yrigoyenistas colocaban al compañero de fórmula del coronel Perón, el veterano dirigente Hortensio J. Quijano. A su vez parte de los conservadores nacionalistas se sumaban a Perón con el almirante Teisaire y Héctor J. Cámpora. La elección fue un ejemplo transparencia que contrastó con el ambiente de fraude de la década infame, y es el propio New York Times el que rescato tal situación para nada menor pues, estaba en juego la limpieza y legitimidad de los comicios. En efecto ese diario expresó que fue una elección ejemplar y sin incidentes en todo el territorio de la república, y refrenda: "Tuvo lugar en una atmósfera de entusiasmo pocas veces vista en Argentina. El entusiasmo popular se reflejó en el inusualmente alto porcentaje de registrados para votar que acudieron a las urnas”.

Perón y su triunfo no fue una improvisación, sino, que desde el 4 de junio de 1944 en que se dio un golpe de estado por los militares nacionalistas que se habían propuesto mantener el Gobierno argentino, como neutral ante la Segunda Guerra, comenzó a construir una base sindical y popular con decretos leyes que reconocían derechos laborales. La clave de Perón fue que llamó al centro de la escena política a los marginados y excluidos, que hasta ese entonces eran los propios trabajadores y sus familias. Perón y su obra de gobierno puede y de hecho tiene una colección densa de ácidas críticas de sus opositores históricos y actuales, siendo ello lógico y hasta sería extraño que no los tuviera, pero, hay algo indeleble en Perón, y es que la carta de ciudadanía de los derechos de los trabajadores es una magnifica evolución social y jurídica, ante otros esquemas que ponen los derechos sociales y laborales, en segundo plano, dándole prioridad a la lógica del mercado privatista como agente estratégico repartidor de bienes y servicios.

Perón es el emblema de un rol del Estado que no sea una estampita de adorno, sino, todo lo contrario, ya que entendía y así lo hizo, que sin el Estado arbitrando los conflictos y sin su rol de apoyo a los más débiles en el juego de las complejas relaciones de poder, será imposible lograr una mejora en la legislación y en el estandar de la felicidad del pueblo. Perón planteó un desafío que no pasará nunca de ser actual, ya que contra muchas teorías políticas y económicas, esbozó que la política no tiene sentido si no construye la realidad material de ser felices socialmente ahora, porque no creía en las promesas del mercado que la felicidad o la justicia social, en el mejor de los escenarios posibles, es un derrame aleatorio del largo plazo.

(*) Jáchal.