Los obispos argentinos han sido coincidentes en la esencia del mensaje pascual de este año, al exhortar a combatir la corrupción estructural, la impunidad que la vincula, y a no bajar los brazos en la tarea de revertir la crisis moral que nos rodea. La cúpula de la Iglesia católica hizo un enfático llamado para asumir el mayor compromiso que requiere este momento de toda la ciudadanía.

Además de condenar a la corrupción en los ámbitos de la vida nacional, la conducción eclesiástica alertó sobre los daños sociales que causa la impunidad y sostuvo que la realidad de la pobreza, el narcotráfico, la proliferación del juego y los enfrentamientos, son hechos que aíslan y dividen a los argentinos. Sin precisar casos puntuales, los obispos coincidieron en sus preocupaciones en momentos en que los medios documentan casos de corrupción durante el gobierno anterior y se perciben demoras para resolver causas judiciales.

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, apuntó a la corrupción advirtiendo que cuando la impunidad y la justificación ocupan el lugar del deber moral y de la ejemplaridad, el cuerpo social se debilita, por lo que hizo un llamado -en particular a la clase dirigente- para comprometerse en acciones para revertir la crisis moral que nos envuelve.

Por su parte, los doce obispos de la Patagonia instaron en un mensaje pascual conjunto a no cesar en la lucha contra la corrupción y la deshonestidad cultural y criticaron el afán de tener y la sed de poder que traen exclusión y destruyen la paz social. A su vez el obispo de Santiago del Estero, Vicente Bokalic, llamó a no caer en la tentación de la resignación que puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad.

Y como observa monseñor Andrés Stanovnik, de Corrientes, es importante desarrollar una cultura del encuentro y de la amistad social para colocar como prioridad efectiva el cuidado de los más vulnerables y más a los pobres, de manera que no sean un mero elemento de discusión en el campo de las estadísticas.

La Iglesia sigue alumbrando el camino para salir de la oscuridad en que estamos, tras más de una década de manejo discrecional del poder político, pero también es necesario desterrar la cultura del escándalo de todos los sectores, para respirar aire fresco luego de una autocrítica necesaria.