La Conferencia Episcopal Argentina ha reclamado a toda la sociedad promover la capacidad de encuentro para crear y recrear un país para todos, al observar las desavenencias que impiden alcanzar los grandes objetivos de la nación y también para comprometerse en el combate contra el avance del narcotráfico, más allá de que el tema se encuentre instalado en la agenda política.
Había expectativa en torno a los asuntos abordados por el clero durante el desarrollo de la reciente 108 Asamblea plenaria del Episcopado, en esta oportunidad de carácter electivo, y donde fue confirmada la titularidad de monseñor José María Arancedo para un nuevo período al frente de la jerarquía eclesiástica argentina. Ahora lo va acompañar como vicepresidente primero el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires. La rueda de prensa fue dominada por una exhortación firme dirigida a todos los sectores, para que se vuelva al rumbo correcto que el país necesita en estos momentos.
Para los obispos es fundamental retomar la capacidad de diálogo como único camino para avanzar en la reconciliación entre los distintos sectores de la sociedad. Arancedo sostiene que "la amistad social la concordia y la reconciliación son un punto de partida para trabajar al servicio del encuentro entre los argentinos\’\’, pero también para ser partícipes activos en la lucha contra los narcos, uno de los problemas más graves que tiene el país porque es un delito que debe ser penado, pero a su juicio falta mucho por hacer, en velada crítica al accionar de los organismos específicos.
La otra cuestión prioritaria que preocupa a la Iglesia es la pobreza estructural, sin dejar de reconocer el esfuerzo del Gobierno nacional para alcanzar la inclusión social, poniendo de ejemplo la Asignación Universal por Hijo, "pero no se sale de la pobreza estructural con planes sociales sino con trabajo en blanco, vivienda, cloacas, luz, etc. Es algo que trasciende a un gobierno y que requiere políticas de largo plazo\’\’, dice el obispado con respecto a las políticas dirigidas a los sectores menos favorecidos de la sociedad.
Es que la subsidiaridad, por generosa que sea, sigue siendo un paliativo para la subsistencia de los sectores carecientes en permanente emergencia social por la ausencia de un trabajo digno y por ello sin poder acceder a prestaciones básicas ni superar necesidades insatisfechas. Por eso este llamado nos insta a involucrarnos para asistir al necesitado, dentro de la reconciliación y el diálogo, ahora más necesario que nunca.
