Previo a las elecciones de 1989, La Rioja tuvo muchas influencias y visitas especiales del país del norte. La entrega del país se firmaba en ese tiempo y se ejecutaba fielmente a partir del triunfo de la fórmula Menem-Duhalde. En 1986 y durante la presidencia de Raúl Alfonsín, la prensa mundial vaticinaba el retorno de los peronistas en la elección de gobernadores provinciales del año siguiente. La CIA, mejor que nadie, conocía "…el crecimiento político del folclórico riojano que podía continuar la obra de Perón”. Carlos Menem y Eduardo Duhalde en 1985, se arrogaron la fundación de la llamada "renovación”, corriente interna que enarbolaba la bandera de ser la interpretación del clamor de sus afiliados. Los informes de inteligencia norteamericana hacían prever que el triunfo peronista iba a manifestarse en las principales provincias del país, lo que serviría para posicionar al caudillo riojano que tenía una sola idea: La presidencia de la Nación.
Esto no cayó bien al States Departament. A las personalidades que pasaron por Anillaco y la Residencia del Gobierno riojano les fue bien por las buenas merced a la diplomacia de alto vuelo de Washington. En 1986, el senador de los EEUU, Edward Kennedy -por nombrar uno- fue invitado especialmente por el Dr. Menem a pasar unos días en su provincia. Pocos leyeron debajo de la mesa cuando Kennedy elogiaba la provincia y a su gobernador. Nada fue tan inocente, pero cierta publicación interesada tiene a veces habilidad para presentar las cosas. Con motivo de la visita del senador Kennedy, el 17 de enero de 1986, Menem confesaba el principio de su idilio: "El hecho de que mi provincia -decía- haya merecido una visita del senador Kennedy en su periplo sudamericano, me hace sentir satisfecho, y me da la seguridad de que en el plano de la reactivación económica y social, no estamos equivocados, nuestro proceder despierta interés político, tengamos en cuenta que el huésped representa a un amplio sector de la opinión pública norteamericana” (…) "Estados Unidos, nos guste o no, es una realidad que pesa sobre Argentina y sobre todos los países del mundo, sin excepción. Con esto quiero decir que Kennedy no es Rockefeller y viceversa, aunque se los suponga componentes de un mismo conjunto”.
Con la sutileza que se le ha conocido, Menem expresaba sobre la visita del senador lo siguiente: "Discernimos entonces que Kennedy es un interlocutor válido y transmisor atendible en su país del pensamiento político global del pueblo argentino y latinoamericano, pudiendo convertirse a la vez en impulsor de políticas que hagan a una relación más conveniente, en la búsqueda del trueque de la dependencia por la interdependencia”.
Y sobre el "ilustre visitante”, decía Menem: "Algunos se preguntaron sobre si la visita de Kennedy tiene que ver con posibles inversiones en la Rioja. Tal vez algo tenga que ver, pero con reglas de juego claras, meticulosamente concertadas, y sin un ápice de entreguismo”. A buen entendedor, pocas palabras. Las diferencias entre Kennedy y Rockefeller remarcadas por Menem fueron inmediatamente conocidas en todo el país a través de la revista "La Semana”.
Siempre se ha sabido que cualquiera sea su signo partidario, cuando salen fuera de su país, estos dignatarios son embajadores de los Estados Unidos de Norteamérica. La insistencia de Menem por persuadir de esa irrealidad quedó al descubierto cuando en su presidencia incorpora al gabinete representantes del pool financiero de Rockefeller habiendo cientos de economistas peronistas en la sala de espera. Recurrió a los hermanos Born a pedirles un hombre para esa cartera tan codiciada, cediéndole a Roig y Rapanelli para ese servicio. Menem olvidaba cuando dijo que "Rockefeller contribuyó activamente a acrecentar nuestra dependencia mentorizando a su compadre Martínez de Hoz.
Para Menem EEUU había dejado de ser imperialista…y lo que muchos no saben, es que cuando estuvo en el país del norte, se entrevistó por igual con representantes del Trust de Kennedy como de Rockefeller. Luego expresaría Menem con la anuencia de Duhalde que "si hubieran dicho lo que iban a hacer los peronistas y los gremios no les hubieran votado -y agregó con sorna viajera-, en política hay que sorprender…”. Posiblemente tengan razón al usar el factor sorpresa desde su expresión y el silencio conspicuo de Duhalde que le acompañó conteste hasta el final, pero en política no es dable mentir y engañar desde la institucionalidad con ese descaro infame que caracterizó una década de entrega que desde el hoy contemporáneo es difícil concebir. Un triste período de la democracia argentina colmado de frivolidad donde el parámetro financiero rigió la vida de personas. Un absurdo intolerable, pero ocurrió con anuencia de todos.