El trabajo de menores de 16 años está prohibido y la actividad laboral de adolescentes está sumamente regulada. Se ha avanzado en la institucionalidad para enfrentar el problema, y son muchas las acciones desde el Estado en pos de la prevención y protección del trabajo infantil.

Sin embargo, el desafío en su erradicación supone un cambio sustantivo de la sociedad en varios frentes. Son 456.000 los chicos trabajadores que habitan nuestro país, según una cifra oficial tentativa, porque algunos informes hablan de un 1.500.000. Investigadores, funcionarios y voluntarios de ONG coinciden en que nada más difícil que cuantificar porque es un fenómeno complejo, de múltiples aristas, asociado a situaciones de ilegalidad. Y que, por una razón u otra, tiende a naturalizarse, a formar parte del paisaje, a no causar el escándalo que en realidad debería provocar.

¿Qué se le niega a un niño trabajador?: en primer lugar, la escuela. La mayoría no asiste a clases o, de hacerlo, tiene bajo rendimiento y dificultades con el aprendizaje. Tampoco disfrutan plenamente de esa fuente de experiencias vital para la construcción de la personalidad que es el juego. Por no hablar de la integridad física y emocional, permanentemente puestas en jaque por el ingreso, prematuro y las más de las veces carente de protección, a un mundo regido por la lógica adulta.

De todas maneras, hay que contemplar las zonas agrícolas con trabajos temporarios en las que trabaja toda la familia, donde no hay adecuación de inicio u horarios de clases para estos chicos. Se trata de una suerte de vulneración macro, que tiene el triste privilegio de afectar varias áreas clave. Según la OIT, existen unos 215 millones de niños trabajadores en el mundo, de los cuales alrededor de 14 millones viven en América latina. Se calcula que el 60% desempeña tareas en el sector agrícola, mientras que el resto lo hace en el trabajo doméstico, el comercio, la minería artesanal y el trabajo informal urbano. Los datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, señala 701.695 menores de 18 años en trabajo doméstico intensivo.

La Asignación Universal por Hijo y la jornada escolar extendida han sido útiles para ponerle cifras a este fenómeno social, imposible de seguir negándolo. Ha llegado el momento de que, desde el Estado en primer lugar, y desde el resto de la sociedad después, se aúnen esfuerzos para terminar con esta situación que, además de injusta, predice un futuro aciago para nuestros jóvenes.