Nadie duda acerca de la crisis del campo argentino, donde se aunaron las políticas de castigos fiscales y de intervenciones que llevaron al desaliento del productor y luego el cierre de los mercados internacionales por la crisis global, además de la sequía que azotó a las principales zonas de la pampa húmeda.
Si este panorama de por si refleja una situación dramática para la actividad rural, el contexto agrícola de las economía regionales es realmente desesperante. Nuestra provincia es parte de una oferta productiva estacional que soporta tal vez la crisis más seria de las últimas décadas, en particular de los horticultores, por la caída de los precios, el cierre de los mercados tradicionales y las especulaciones de intermediarios que aprovechan la coyuntura para asestar un golpe de gracia a quien se ve obligado a malvender sus cosechas a precio vil y esperar el pago en plazos leoninos.
Los productores locales de papa, ajo, cebolla y tomate sufren el mayor impacto de la bancarrota. El ajo, por ejemplo, no tuvo precio, una parte fue vendida y, obviamente, sin pagarse por ausencia de valores de referencia. El resto quedó en las fincas esfumándose el sacrificio de los chacareros de todo un año.
Por ora parte, la bolsa de cebolla de esta época, llamada "del tiempo", se paga a 3 pesos los 25 kilogramos en la propiedad, cuando los costos de producción rondan los 6 pesos. Es impensable que se la retiren al costo, pero como la gente de Jáchal y de otras zonas productoras necesita seguir viviendo, no tienen otra alternativa que malvender a $ 3 para pagar deudas adquiridas, e intentar plantar para un nuevo ciclo.
Al tomate sanjuanino tampoco le va bien. Hasta hace algunos días no había precio y el chacarero que entregó su cosecha a fábrica en enero pasado, a fines de mayo último todavía no sabía a cuánto le pagarían. En esta encrucijada toda la cadena de comercialización culpa a la crisis internacional como causante del problema, que sin duda debe tener gran incidencia, pero también existen aprovechadores que usan ese argumento para hacer su propio negocio en medio del río revuelto. Por ejemplo, se conoció finalmente el precio del tomate; el mismo del año pasado, 30 centavos el kilo y pagadero en varias cuotas a partir de junio, aunque hayan trascurrido seis meses desde las primeras entregas.
A todo esto nuestros horticultores, gente no sabe hacer otra cosa que cultivar la tierra, se pregunta dónde están las soluciones prometidas para atender los problemas del campo y más aún, el colapso de las economías regionales.
