Tal vez un aire de sentido debemos encontrarle a nuestro presente. Un pacto de silencio surge en medio de la nada, si sólo nos dejamos llevar para el lado donde sopla el viento. Cuando se avanza, es bueno mirar hacia atrás. Porque la misma historia verdadera se nutre de tres campos para darle un rumbo al presente: el primero es el de la vida diaria, con la política, relaciones, o proyectos de vida. El segundo, pertenece al campo de ideologías, en donde se discute especulaciones o proyecciones de ideas. El tercer campo, pertenece al de la interioridad o espiritualidad, cuando el hombre se vuelca a un creador o se aparta de él. A partir del S.XVIII se fue cambiando de rumbo, de tal forma que caímos al precipicio de la nada y de la indiferencia cotidiana.

Precisamente, la aceleración contemporánea ha hecho del momento presente algo escurridizo. Vivimos acelerados, corriendo de trabajo en trabajo, o de placer en placer. Solemos divagar detrás de la última moda, el nuevo celular, o computadora. En internet y los videojuegos buscamos un pasatiempo material. Queremos escapar hacia alguna cueva de nocturnidad, para que la claridad no nos deslumbre. Ya los dichos profundos no interesan, porque sólo aplaudimos para no quedar como tontos, lo efímero y banal.

Oportunamente, buscamos llenar el momento presente de entretenimientos, que nos distraen del pensar, o de aquello capaz de elevarnos al campo espiritual. Vivimos hacia afuera, lejos de nosotros mismos, o de la identidad. Estamos aturdidos, confundidos, desganados, violados internamente, cuando cualquier cosa que se nos diga, da igual.

No obstante, para entender nuestro presente, se torna necesario recordar lo pasado, pero no para volver y quedarnos en él, sino desde allí proyectar un futuro. Aquí, la memoria resulta un apéndice de la inteligencia para descubrir la identidad, y ver sin tapete quienes somos verdaderamente. En ello, la inteligencia desnuda a la memoria, que cuando se la pierde, destruye la identidad con su capacidad de proyección. La educación está en crisis, dentro de este contexto, cuando un estudiante siente que le roban el presente, al estar tensionado de una cruel incertidumbre. La historia es necesaria para alcanzar el ideal colectivo de memoria. Es crucial recordar de donde venimos con la mayor transparencia como Nación, porque si ignoramos la identidad cultural originaria, corremos el riesgo de extinción. En cambio, la memoria personal, puede adecuarse o no a la realidad sin afectar. Aunque, solo la cultura de una identidad general, con la cual nos sentimos identificados sin poderla cambiar, es aquella capaz de dar esperanza de futuro sólido a toda una sociedad.

Actualmente, cuando se pretende mostrar la realidad bajo particularismos, se confunde, porque los testimonios terminan siendo más que evidentes. La memoria colectiva e individual atestigua que la última actuación de la dictadura militar dejó tantas víctimas, que el solo descubrir los detalles espanta. Lo mismo se puede decir de aquellos pensadores que pretendieron negar el último Holocausto judío. En ese sentido, los hechos dan demasiados argumentos como para opacar la historia. No se puede ocultarla en su objetividad, ni mucho menos construirla desde la subjetividad ideológica.

Nuestra vida cotidiana, en medio del desgaste de la aceleración debería mantener viva la memoria remota, pero no solamente de los sucesos de la última dictadura. Al respecto, los dichos de líderes actuales nos tendrían que recordar lo anterior, con el fin de activar inteligencia al presente, para no volver a cometer los mismos errores. Al contrario, hoy solo escuchamos una sinfonía de insultos, capaces de aturdir a cualquier oído cuerdo.

Es que la batalla cultural, en las cuales con el nombre de ideas originarias se invita a todos a formar parte de ella, muchas veces terminan confundiendo, respecto de la historia general. Sólo distraen como historias de vida personales, bajo un efecto que dura poco. Tan poco, como el tiempo que corre fugaz, sin que podamos vivir nuestro presente con profundidad. La sana memoria y la cultura, resulta aquí una ecuación serena, inteligente y necesaria para poder proyectar un futuro sólido, que permita salir de la angustia asfixiante. Para redondear, solo encontrándole un sentido a la vida presente, se salteará el círculo vicioso pasado, para poder proyectar un futuro sólido.