Es preocupante que gran parte de la actividad económica del país, basada en la producción agropecuaria, dependa exclusivamente de las lluvias que precipitan en la pampa húmeda. El hecho de haber tenido diciembre y enero anormalmente seco, por influencia del fenómeno de La Niña, hace que las estimaciones de la cosecha desciendan bruscamente. Para la temporada 2011-2012 se preveía alcanzar los 110 millones de toneladas de cereales y oleaginosas, una estimación que no se dará precisamente por la sequía y por las condiciones en que han quedado los cultivos. Se calcula que la cosecha de soja no superará este año los 41 millones de toneladas. Más allá del perjuicio económico de los productores, esta situación incidirá negativamente en los ingresos fiscales provenientes de las retenciones a las exportaciones.

A pesar de que en los últimos años se han logrado algunos avances en la aplicación de modernas técnicas de irrigación, es evidente que no son suficientes y que los grandes productores agrícolas deberían invertir para implementar soluciones de riego artificial, antes de esperar que la naturaleza solucione sus problemas.

Así como en San Juan y otras provincias semidesérticas, los productores rurales han hecho grandes inversiones en sistemas que garantizan el riego durante todo el año y con diferentes condiciones climáticas, el resto de las regiones agrícolas deben considerar que el cambio climático ahora puede incidir negativamente si no se toman medidas precautorias. El ejemplo de San Juan, pionera en sistemas de regadío de alta tecnología y poseedora de la red de riego más extensa de Sudamérica, debe ser tenido en cuenta en estas circunstancias.