La Sociedad Neurológica Argentina recordó ayer el Día Mundial del Ataque Cerebral, o ACV (accidente cerebro-vascular), un un episodio neurológico o daño producido por obstrucción o ruptura de una arteria del cerebro. El primero, y más frecuente, es el accidente isquémico, y el segundo, el hemorrágico.

En el ACV provocado por una isquemia, las señales de alerta son súbitas: debilidad o adormecimiento repentino de la cara, brazo o pierna, usualmente de un lado del cuerpo, dificultad para hablar, comprender el lenguaje o tragar, pérdida u oscurecimiento visual en uno o en ambos ojos, visión doble, pérdida de equilibrio o coordinación, mareos o vértigo y trastornos del carácter de aparición rápida, como irritabilidad, impaciencia e indiferencia, y mentales: olvidos y alteraciones del juicio.

Reconocer los síntomas y hacer la consulta rápidamente es fundamental. La tomografía computada o una resonancia magnética pueden diagnosticar el tipo y la localización del ataque. Hoy la medicina puede detectar si existe predisposición de un paciente a sufrir un ACV. Estudios como las angiografías por resonancia, las tomografías o el cateterismo permiten ver obstrucciones o malformaciones en las arterias. Las enfermedades cerebrovasculares son la tercera causa de muerte en la Argentina, según datos oficiales. Las enfermedades del corazón son la primera causa de muerte, seguida por los tumores malignos y el índice de prevalencia de ACV es de unos 126.000 casos por año. Y es la primera causa de discapacidad en adultos.

Tomar conciencia y realizar controles periódicos permiten detectar los síntomas, prevenir reduciendo seriamente los riesgos y salvar muchas vidas.