Se conforma en los hechos económicos una paradoja a partir del conocimiento con el cual argentina cerró 2018, en términos de nivel de reservas en divisas y otros activos, con la cualidad de tener valor en sí suficiente para respaldar la macroeconomía. Sobre todo es la palabra "récord”, predicada del sustantivo "reservas”, donde se centra lo paradojal del caso, porque, en principio nos encamina a la idea de que normalmente de tal significado se sigue algo tranquilizador para los compromisos de pago del país, sin embargo, las consecuencias conjeturadas puede que sean completamente inversas a las sugeridas por ese vocablo.

Esa singularidad llamativa consiste en que las reservas brutas nos proporciona un cifra alta, 65.825 millones de dólares, que son consideradas récord, más allá de que en la serie interanual 2018 cerró con el menor incremento relativo de reservas, esto es u$s 10.751 millones, contra 2016 donde aumentaron u$s 13.745 millones y en 2017, que creció a u$s 15.747 millones.

Sin embargo el poder real de fuego de ese cúmulo de reservas a valores brutos y récord, es débil por la razón de que gran parte está compuesta por ingresos en base a créditos, es decir deuda con diversos acreedores. Por ello es que el nivel de reservas de 2018, si bien es récord en relación a años precedentes, lo fue por una circunstancia excepcional como haber cerrado el crédito con el FMI más alto de toda la historia monetaria nacional.

Y para mayor abundamiento de argumento, pero en el mismo sentido indicado precedentemente, se debe subrayar que no solo fue el máximo crédito, sino que además los vencimientos de 2019 y 2020 fueron adelantados para intentar evitar la incertidumbre por las dudas de solvencia que emite la evolución errática de la macroeconomía futura.

La incertidumbre sobre la solvencia ante los acreedores es lo que básicamente en el final de 2018 se expresó en el aumento pronunciado del denominado el riesgo país. Un indicador que trabaja la banca de inversión internacional Morgan Stanley, sobre la base de medir cuanto pagan de sobretasa los bonos argentinos respecto de los bonos que en equivalente plazo de tiempo es emitido por EEUU.

Esta situación de tener un cumulo de reservas brutas altas basadas en créditos internacionales, permitió en 2018 suplir la necesidad de disponer de las divisas necesarias para afrontar los compromisos vencidos en moneda dura.

Esos compromisos se debieron a: u$s 15.968 millones por venta de divisas (al sector privado) y u$s 5.375 millones por pagos del Gobierno a bonistas y organismos. Este dato es excepcional porque se pagó en 2018 lo que debe el país, no con reservas ingresadas por solvencia de la macroeconomía, sino porque fueron tomadas de préstamos.

Esto abre el interrogante de qué puede pasar si un cisne negro local, o, un cisne negro internacional, esto es un riesgo imprevisto que la macroeconomía, se asienta en el frontispicio del BCRA, en relación a cómo se podrían sofocar los efectos no queridos pero inevitables de una eventual disminución de la seguridad en el cumplimiento de las obligaciones de deuda soberana. Y también engloba esta problemática de la incertidumbre de la solvencia, a la deuda privada de grandes corporaciones empresarias que se endeudaron en dólares. Esto último ocurre porque, las deudas privadas corporativas están supeditadas a la responsabilidad estatal, porque es el BCRA, como prestamista de última instancia, el que debe proveer, contra la entrega en moneda de curso legal, el nivel necesario de moneda de reserva internacional para amortizar esos contratos de préstamo.

Por el Dr. Mario Alfredo Luna 
y Fabián Alberto Nuñez

Exmiembros del HCD de Jáchal.