En un contexto donde el mundo cada día se hace más demandante de recursos naturales, el problema asociado a la minería no es distinto al que se vincula con el recurso acuífero, petrolífero o forestal, porque la existencia de estos recursos no está sujeta al arbitrio del ser humano, sino que a una realidad impuesta por la naturaleza donde lo que impera no es su abundancia, sino que su marcada carencia y escasez. Por esta razón los recursos naturales cada día se hacen más valiosos, escasos y esenciales y desde este escenario, la minería no solo representa una actividad asociada a todas las contingencias que genera la obtención de minerales y metales, representa una actividad que engendra adicionalmente, un problema político, geopolítico y geoestratégico.

En este sentido, si se considera a la Revolución Industrial como el presagio de lo que habría de acontecer mas adelante, lo real es que a partir del enorme avance que gradualmente se fue gestando, se fue anidando también, una concepción materialista que fue consolidando la visión económica y consumista, con la que apreciamos hoy como humanidad, al mundo contemporáneo.

Un mundo globalizado; marcado por la economía y el comercio mundial; caracterizado por un avance militar, científico, tecnológico e industrial sin precedentes; abrumado por la necesidad de producir todo aquello que alienta a alcanzar mejores niveles de vida y bienestar; que consolida poderes económicos y hegemónicos y que influye política, económica y socialmente, sobre cada uno de los países que conforman al planeta.

En este contexto, la insaciable demanda de materias primas minerales provocó una acelerada explotación de los recursos mineros, que paradojalmente no resulta injustificada ni arbitraria, si se considera que los más de 5.800 millones de habitantes que constatan a diario que los minerales y metales están presente en todo cuanto los rodea, no pueden ser contenidos en un modelo de sociedad, donde caprichosamente se pretenda prescindir de la minería.

Sólo en el siglo recién pasado, los bienes producidos por la humanidad se multiplicaron alrededor de 30 veces y si se mantiene nada más que el ritmo actual de demanda, el consumo mundial de materias primas minerales, se cuadruplicará en sólo 20 años.

Pero estas cifras encierran otras realidades, que son mucho más reveladoras.

El avance tecnológico e industrial que se sustenta esencialmente en la existencia de minerales y metales, no solo ha permitido construir el poder político y económico que detentan las naciones mas avanzadas, ha dividido al planeta en países ricos, países emergentes y países subdesarrollados.

En este marco, el creciente progreso y bienestar alcanzado por el Primer mundo, de la misma forma en que lo alentó a explotar hasta casi el agotamiento su recurso minero, lo arrastró hacia una realidad, que le impide dar respuesta al requerimiento de minerales que impone tanto su demanda interna, como su demanda comunitaria.

Por esta razón respecto a los minerales estratégicos, la Unión Europea sólo detenta como producción no más del 5% de la extracción mundial y desde esta encrucijada, los países que conforman a esta Unión, más otros emergentes y desarrollados, se vieron forzados a enviar a sus empresas y capitales mineros de origen a otras latitudes, entre ellas, a nuestra Latinoamérica donde se localiza la riqueza minera potencial, más importante y más diversa del mundo.

Nuestra Argentina conforma parte hoy, de la región que posee el potencial minero más abundante y promisorio a nivel mundial y comparte con Chile, la parte más extensa del imponente reservorio de minerales que representa la Cordillera de los Andes.

Nuestra minería, requiere y necesita del aporte de quienes, desde distintas visiones, sientan una posición ciudadana, política, constructiva y responsable, respecto de nuestro devenir minero.

Pero nuestra minería, desde los problemas estructurales que hacen al subdesarrollo y desde la cultura de la producción, del esfuerzo y del trabajo que otorgan futuro y dignidad, representa mucho más que la temática a la que con recurrencia se apunta literalmente. El desarrollo de la actividad minera, esta relacionada con la imperiosa necesidad de movilizar toda la potencialidad económica que posee el país, para terminar con el flagelo que representa el atraso, pobreza y marginalidad, de los cuales se nutre la desidia que personifica a la miseria, la indigencia y la exclusión social.

(*) Ingeniero de Minas.