En la magnificencia del poder, cuesta siquiera imaginar que Perón y Eva Perón hayan sentido más de una vez verdadera irritación por los problemas que constantemente generaba la propia dirigencia peronista. Los avatares de la política impidieron a historiadores contemporáneos realizar el análisis oportuno y profundo de esos hechos internos generados en el magno Movimiento liderado por Perón. En esa narración trunca ignorada en muchos casos, y en otros dejada de lado en la consideración por no evaluarla como importante, estriba fundamentalmente la razón por la que no pudo cumplirse el sentido y orientación que el líder justicialista quiso darle a la revolución en paz que planteaba cuando esgrimía la ideología, los principios filosóficos y doctrinarios, y el esbozo de la teoría.

El grueso de la "dirigencia" jamás interpretó que el camino hacia la consolidación del modelo que proponía requería del tránsito por cuatro etapas que otorgarían trascendencia a esa revolución, dándole permanencia en el tiempo. Etapas bien definidas que debían cumplirse indefectiblemente: a) Doctrinaria; b) Toma del poder; c) Dogmática; d) Institucionalización. Una revolución -decía-, necesita una concepción, una preparación, una ejecución y una consolidación.

Además, en reuniones con dirigentes de confianza explicaba que todo era posible si se dedicaban a organizar cien mil predicadores. Escasos cuadros de conducción y de encuadramiento entendieron el mensaje que comenzó a cimentarse después de 1955, precisamente, se fue hilvanando a partir de 1965. Fundamentalmente esa responsabilidad casi tácita terminó en manos de jóvenes de bajo perfil pero con sana vocación política, altamente capacitados y de elevada moral, que poco pudieron gravitar ante la sórdida generación adulta e intermedia, recicladas en el terreno político-gremial. En 1972, el General Perón -desde España-, encomendaba al profesor Juan Tomás D`Alessio nada menos que "estructurara la materia gris del futuro Estado justicialista". Consideraba tan importante la tarea que "sugirió al profesor que los equipos funcionasen desde ayer, de modo de plasmar el Proyecto Nacional al tiempo de hacer realidad los sueños de un país eficaz, moderno, obviamente idóneo".

Sin embargo, como parte de intereses inconfesables, se sumó a la dicotomía dirigencial la comprensión errónea que hizo del mensaje peronista el grupo Montoneros, cuyos dirigentes distorsionaron no sólo el discurso de Perón sino que mal usaron la figura de Evita, sin importarles que ella siempre expresara su pertenencia a un pueblo que se reivindicaba en los principios sustentados por su esposo. Quienes le han conocido de cerca, saben que estos muchachos le produjeron a Perón muchos dolores de cabeza, al punto que les puso el mote de trasnochados, corriéndoles de la histórica Plaza de Mayo y golpeándoles con su discurso pronunciado el 1ro de Mayo de 1974.