El membrete de Siglo Catorce, que evoca las postrimerías del oscurantismo medieval, lo podrían haber adoptado El Nacional y el resto de los periódicos venezolanos a los que se les prohibió publicar fotografías e informaciones sobre violencia que pudieran "vulnerar la integridad psíquica y moral de los niños”, o las radios y TV brasileñas, las que tienen vedado por ley hacer bromas o parodias sobre los candidatos presidenciales.

La prohibición de publicar imágenes, informaciones y publicidad después de que El Nacional publicó una fotografía de archivo en portada de cadáveres apilados en la morgue de Caracas para ilustrar una nota sobre inseguridad pública, fue más una medida política que judicial. Obedeció a criterios de funcionarios y del presidente Hugo Chávez que sostienen que la divulgación de la violencia evidencia la conspiración de la oposición para degradar el proceso electoral vigente. Si bien el juez atenuó luego de la medida, y solo mantuvo la prohibición sobre las imágenes, la decisión no deja de ser grosera, incongruente, desproporcional e irracional.

Incongruente porque un juez no puede proteger a los menores sólo por 30 días si el peligro es verdadero, continuo y latente. ¿O después de las elecciones del 27 de septiembre las imágenes violentas y macabras ya no dañarían a los menores? Desproporcional, porque deja a los periódicos, amarillistas o no, al borde de cometer infracciones en forma constante, mediante el manejo de criterios que no deben estar ligados al carácter violento o no de las noticias, sino a la relevancia e interés público de los hechos. Irracional porque al no definirse los estándares de violencia, queda a la arbitrariedad y discrecionalidad de la autoridad interpretar qué es o no correcto y publicable, obligando a los medios a ejercer la autocensura, comprometiendo el derecho del público a saber.

Pero por sobre todo, la medida es grosera. Desconoce el papel de los medios en una sociedad, que muchas veces desafían leyes y criterios éticos, con la intención de generar debate público y provocar a la sociedad a encontrar correctivos a los problemas. Una torpeza a la que todavía se enfrenta "Tal Cual”, un diario muy crítico del gobierno, que no podrá divulgar nada violento, ni fotos ni informaciones, por haber expresado su solidaridad con El Nacional al publicar la misma imagen de la morgue censurada.

En Brasil, donde los políticos gozan del halo protector de los jueces, desde esta semana y hasta las elecciones del 3 de octubre, la radio y la TV deben abstenerse de bromear sobre los candidatos a presidente, so pena de fuertes multas y suspensiones. Esta prohibición motivo de una marcha de protesta en Río de Janeiro- tiene origen en leyes de la última dictadura militar, época en que los diarios, como O Estado de S. Paulo, burlaban a los censores oficiales publicando recetas de cocina en los espacios noticiosos censurados. Como hizo el 18 de agosto El Nacional colocando espacios en blanco con el rótulo "censurado”, donde debían estar sus fotografías.

La gravedad de lo que sucede en Venezuela y Brasil no es censura directa, sino la presunción de que un delito pudiera cometerse. Justamente lo que el ser humano viene batallando desde el Siglo XIV, y que logró incorporar en las Constituciones modernas que expresamente la prohiben por atentar contra la libertad de pensamiento. ¿Lo sabrán los jueces?