
Nuestro patrimonio es nuestro pasado, lo que hemos logrado conseguir como bienes en lo que ya llevamos de vida económica. Una casa, un auto, un terreno. De manera impropia el concepto también se podría extender a otros aspectos, la familia, los hijos, los amigos. Activos físicos o de otro orden como una educación, cierta cultura o algunas destrezas adquiridas. El presente es el consumo, aquello de lo que podemos disponer de inmediato según nuestra capacidad de compra, tanto se trate de objetos materiales o satisfacciones espirituales, diversión, viajes. El ahorro y la inversión son el futuro, ahorramos según el criterio de cada cual o hacemos una compra a plazos comprometiendo pagos con lo que intentamos consolidar una posición hacia adelante. Lo pasado ya no se puede modificar, ya ocurrió, ya lo hicimos con nuestra economía y con nuestras vidas. En cuanto al presente podemos tener dos actitudes: vivir sólo el día a día y disfrutar lo que podamos sin que nos interese qué será de nosotros más adelante o juzgar las tareas diarias como un paso, teniendo en vista el futuro. Hay una tercera opción, cierta gente vive el presente pensando en el pasado, en lo que pudo ser y no fue o en lo feliz que fue como forma de quejarse del presente. Suele ser bastante frecuente en la política, añoranza de tiempos que no volverán. Deberíamos descartarla por inconducente. Es la segunda categoría en que entran el ahorro y la inversión, privarnos de algo hoy para obtener un fruto jugoso más adelante. Según cuenta Daniel Goleman en su festejado libro Inteligencia Emocional, se hicieron pruebas con alumnos iniciales, niños en la primera edad a los cuales se les ofrecía una golosina de inmediato o varias más al final de la clase. Unos elegían la inmediatez y otros esperar. Al paso de los años, siguiendo la trayectoria de esos niños, se comprobó que los que eligieron esperar fueron y terminaron la Universidad u ocuparon cargos directivos o de responsabilidad. Continuaron la conducta del sacrificio temporal estudiando o trabajando en vez de salir de fiesta para garantizar un standard de vida más alto en su madurez. No así los otros. En nuestra vida personal cualquier opción es válida porque tenemos libertad y derecho de hacer de nuestra vida lo que queramos. En definitiva seremos nosotros protagonistas del éxito o víctimas del fracaso. En la vida pública aparece el Estado, que tiene la necesidad de obligarnos a adquirir ciertos aprendizajes y habilidades para evitar que los demás no nos tengan que sostener económicamente en el futuro. Por eso nos mandan a la escuela. En estos momentos nuestro gobierno nacional apuesta al presente, juega sus cartas al incremento del consumo, a mejorar la vida cotidiana controlando precios, cerrando importaciones, reduciendo exportaciones, alentando el incremento nominal del salario mediante las paritarias. Su norte está en el septiembre de las elecciones primarias y en el noviembre en las legislativas. De modo distinto, nuestra provincia está haciendo crecer su economía por las inversiones, particularmente en el campo minero en que se han incrementado fuertemente las exploraciones, paso previo a las explotaciones, a la llegada de más capital que creará empleo de calidad para más habitantes. Otro emblema es la energía solar, que garantizará bajar el costo de un insumo básico de la vida moderna. De seguir así, copiando la expresión del geólogo Ricardo Martínez, en San Juan "lloverá sopa" durante varias décadas y la principal tarea de los futuros gobiernos locales será la de proveer cucharas para aprovechar esa lluvia. Las sociedades que apuestan al consumo, de eso somos ejemplo en Argentina desde hace tiempo, corren el riesgo de ir comiéndose el capital, las vacas, la soja, todo hasta terminar teniendo una economía de subsistencia en la cual se deba entregar planes o bolsones de comida para que la gente pueda apenas sostener su alimentación y su salud. Al Estado, organización comunitaria a la cual estamos obligados a pertenecer, no le está permitida la opción de gozar solo del consumo del presente sin pensar en el futuro. Hay derechos que ya han sido consagrados y que exigirán gastos futuros que podrán financiarse con esfuerzo, imaginación, productividad. Todo lleva a una sola cosa que ya propuso Sarmiento: todos los problemas inician su solución en una escuela.
