Una investigación periodística irreprochable denunció la semana pasada una gigantesca evasión impositiva global, denunciando que más de veinte billones de dólares se esconden en paraísos fiscales. Son inmensas fortunas de presidentes, magnates, dictadores, ex funcionarios, figuras públicas, de la mafia y marginales, entre otros. La punta del ovillo fue el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, con aportes de medios de 46 países, entre ellos la revista alemana "Focus", el diario "Suddeutsche Zeitung", los británicos "The Guardian" y la BBC, el francés "Le Monde" y el estadounidense "The Washington Post".
Un paciente seguimiento basado en datos de transacciones de más 130.000 usuarios de unos diez "oasis" financieros y provenientes de 170 países, desató un verdadero escándalo que revela la impericia o ineptitud de los organismos internacionales fiscalizadores para detectar capitales con nombre y apellido, pero también aquellos amparados por el secreto pero con certeza de la presencia delictiva, caso del narcotráfico.
Tras la investigación vino el insólito apremio del gobierno alemán a los medios que han tenido acceso a los datos, para que le transfieran esas informaciones con los detalles que permitan a Berlín optimizar la lucha contra la evasión fiscal. Obviamente las autoridades alemanas recibieron un contundente rechazo del grupo a este requerimiento, señalando que "la prensa no es un auxiliar de la policía o de los inspectores de Hacienda’. En realidad esta intimación deberían formularla los gobiernos a las organizaciones financieras multilaterales, al G-20 y a otros entes creados al efecto pero, por lo visto, son parte de la burocracia política internacional.