Hace algunos años la realeza española quedó envuelta en un escándalo de corrupción que terminó con peleas, renuncias y sospechas que aún socavan la solemnidad y probidad de esa alta alcurnia. Una investigación de la justicia española determinó que el cuñado del rey de España y esposo de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarin, se aprovechó de su matrimonio y de sus conexiones para lucrar con fondos públicos del gobierno regional de las Islas Baleares. En 2012, para hacer frente al escarnio público que provocó la investigación española, la Casa Real hizo públicas sus cuentas por primera vez, ya que no estaba obligada a hacerlo. Alrededor de 10.000 kilómetros al suroeste de aquel escándalo, los sanjuaninos ofrecemos una perfecta imitación de esa poco clara conducta real: Jorge Rivera Prudencio. Al presidente del Ente Provincial Regulador de la Energía (EPRE) lo rodean las sospechas, aunque nadie se atreve a ponerle un dedo encima. Su forma de conducirse hacia el resto de las personas que lo circundan, superiores o inferiores en responsabilidades, hace pensar que el hombre oriundo de Bolivia piensa de verdad que pertenece a alguna casta superior en un mundo que, por suerte, marcha en sentido contrario a su pensamiento. Nadie sabe lo que gasta en la conducción de un organismo que pertenece al Estado. Y los sanjuaninos le seguimos pagando un abultadísimo sueldo por resultados que no pasarían la auditoría de la opinión pública. En tiempos de recambios políticos, no estaría mal que le aparezca un competidor. No pedimos mucho, con que sea humilde y transparente, quizás alcanzaría.
Un poco de historia
2016 fue un año bravo para el ingeniero. En mayo de ese año este diario dio a conocer que el vocal del Tribunal de Cuentas, Enrique Conti, pidió una sanción contra Rivera por no rendir los números del fondo especial de la línea de 500 kV entre San Juan y Mendoza. El bloquista reclamaba información del dinero por la obra durante los años 2005 a 2012. El resto de los integrantes del organismo de control no acompañaron el pedido del exintendente de la Capital y Rivera zafó de la sanción, pero lo conminaron a presentar los balances. Dos días antes del vencimiento del plazo previsto por el tribunal, el titular del EPRE presentó sus cuentas.
Un mes después fue motivo de cruces entre diputados provinciales porque su designación ingresó sobre tablas y la oposición reclamaba que fuese a comisión, como debió haber ocurrido. El oficialismo se mantuvo firme en que había riesgo de que el organismo de control quedara acéfalo, hizo valer su mayoría y Rivera finalmente respiró. A Sergio Uñac no le quedaba otra opción, dicen los legisladores más cercanos. Los postulantes que amagaban socavar la continuidad del ingeniero no reunían los antecedentes suficientes como para producir un cambio y el Gobernador debió aceptarlo. Después, en julio de 2016, Rivera sufrió escaramuzas de algunos legisladores que amagaron mandarlo llamar para que diera explicaciones de por qué no se rige por la Constitución de esta provincia, pero la movida quedó en nada.
Este año, el diputado nacional Walberto Allende se presentó ante el jefe del EPRE para pedir explicaciones sobre los aumentos que estaban sufriendo los usuarios residenciales y, en consecuencia, qué acciones había tomado el organismo de control de la electricidad para que no se cometieran excesos. La reunión fue áspera, dicen. Allende es más peronista que persona. Condujo 9 de Julio después de la destrucción que provocaron las familias Farías y Uzair. Posteriormente lideró el Ministerio de Desarrollo Humano, que tiene contacto con las organizaciones barriales, los intendentes y las necesidades más básicas. Es decir, Allende tiene experiencia en gestionar la pobreza, se acostumbró a manejarla y reconoce cuando la gente exagera o la usa y cuando no lo hace. Pero el diputado nacional y el presidente del EPRE vienen de mundos totalmente distintos, y eso se vio en el choque que tuvieron en la oficina del segundo hace algunas semanas. Según se conoció, Allende soportó un minuto la soberbia de su ocasional ’contrincante’ y le explicó luego las consecuencias de las decisiones que no toma. Rivera sólo invirtió su valioso tiempo en justificar los incrementos en la boleta de la luz. Asegura, con razón, que son aumentos que ha dispuesto el Gobierno nacional y no el provincial, pero ese no es el centro de la discusión. El centro de la discusión es qué ha hecho él para controlar que nadie se aproveche de los ciudadanos y, en todo caso, qué estrategias ha pensado o sugerido para que la gente no termine desfavorecida frente a un sistema que ya tiene entenados. Argentina no es un país justo, se sabe. Un empresario que vive al lado de los puertos paga los mismos impuestos que uno que tiene que trasladar su mercadería 1.200 kilómetros. Los que vivimos al lado de Vaca Muerta tenemos que pagar el combustible más caro que otro que vive en Buenos Aires. En el Sur la gente gana más dinero, porque lo necesita para pagar los servicios públicos, ya que tiene mayor necesidad de ellos que en otras partes de nuestro extenso territorio. Con esa lógica tan argenta, ¿es posible que los sanjuaninos paguemos la luz más barata en los meses de verano con más de 40 grados de calor? Hay que pensarlo. ¿Lo pensó Rivera? Por ahora la mayor virtud del titular del EPRE ha sido la de acorralar a Energía San Juan, tanto que la provincia tuvo que salir a rescatar a la compañía con un crédito. En términos sencillos, la gestión de Rivera se resume en que la gente sufre cortes de energía por los incrementos nacionales y la empresa que la distribuye quedó a punto de fundirse. Logró estrangular a los dos extremos de la cadena. Un genio.
Números oscuros
Para colmo está el problema de la falta de control sobre sus cuentas. Cuando Conti le pidió la sanción que finalmente quedó en nada, se conoció que desde la Contaduría de la provincia ya le habían hecho saber que aun cuando tenga facultades especiales dadas por ley, debe pasar por ese filtro. Y Un dictamen de la Asesoría Letrada de Gobierno ratificó que no está exento de ese control. de todos modos la Contaduría nunca pudo intervenir en los expedientes del ente. El año pasado el Tribunal de Cuentas emitió otro durísimo documento en contra de la administración del EPRE. En ese escrito le observan que la estructura piramidal con unidad de mando absoluta que recae en la presidencia del organismo (Rivera), no permite que haya información de una oficina a otra, ni tampoco controles cruzados, como se requiere en el resto de la administración pública. También le observaron gastos pagados con tarjetas de crédito, lo que provoca gastos de mantenimiento que pueden ser innecesarios. No existen controles internos respecto de gastos y recursos, ni mucho menos que esa información haya sido remitida a la Contaduría General. Hay intereses generados por plazos fijos, cuyos montos son un misterio para la provincia. Tampoco hay información de las adjudicaciones que se realizan y si es que las obras se adjudican a través de ese sistema o qué tipo de controles existen sobre esas contrataciones. Hay 44 cargos jerárquicos -en el que están incluidos el Presidente y el Vicepresidente- que son ocupados por profesionales, pero nadie sabe cuánto dinero ganan. En el Ejecutivo estiman que son salarios muy altos, pero tampoco lo saben. Si alguien le preguntara al ministro de Hacienda, Roberto Gattoni, cuál es el sueldo de Rivera Prudencio, no lo podría contestar. No porque el alfil de Uñac oculte información, simplemente no lo sabe.
A partir del diez de diciembre Uñac empezará su segunda gestión al frente del Gobierno de la provincia. Si bien no puede hacer mucho ahora porque el cargo de Rivera recién expira en 2022, probablemente el peronismo pueda ir formado dirigentes Un poco más probos y con mayor sensibilidad para reemplazar a Rivera Prudencio. La sensibilidad en Un funcionario es algo importante, aunque el mandamás del EPRE lo considere una trivialidad. Es más, es una característica que alguien puso en la ley de ética pública que la Cámara de Diputados aprobó en 1996. Si nadie hace nada, Rivera seguirá comportándose como el rey que se cree. No como el de España, quizá uno más parecido al de ’Tribulaciones, lamentos y ocaso de Un tonto rey imaginario, o no’, una de las genialidades de Sui Generis que cuenta la historia de un monarca en decadencia que no entiende qué le ocurrió: ’Yo era el rey de este lugar, vivía en la cima de la colina. Desde el palacio se veía el mar, y en el jardín la Corte reía. Teníamos sol, vino a granel, y así pasábamos los días, tomando el té, riéndonos al fin. ¿Por qué murió la gente mía?…’.