Ante el hecho histórico como el que vivimos el pasado miércoles 31 de agosto con la preinauguración del moderno edificio que será sede definitiva del Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson, no se puede menos que felicitar y agradecer al mandatario provincial, por hacer realidad un sueño que llevaba 75 años de inquieta espera.

Debemos recordar que el Museo nunca tuvo su casa propia: siempre ocupó locales alquilados o prestados, que no reunían las condiciones adecuadas para su funcionamiento como ocurrió con el edificio de General Paz y avenida Rawson, construido para una escuela o el salón de usos múltiples de la Escuela Superior Sarmiento, en Libertador y Catamarca que lo albergó desde 1950 hasta 1981.

Si bien inició sus actividades en noviembre de 1936, lo que constituyó un acontecimiento inédito para los sanjuaninos de la época que justificó el espíritu festivo y de buenos augurios en la comunidad artística, no dejaba de ser un inquilino. Los integrantes de aquella primera Comisión de Bellas Artes, tenían bien en claro esa situación por eso es que sin descuidar los objetivos que se habían propuesto desarrollar, dedicaron buena parte de sus energías a instalar al Museo en un edificio propio y acorde a su importancia. No olvidemos que desde el año 1941 comenzaron a adquirir el grueso de las obras de los grandes maestros del arte nacional con lo que su patrimonio se incrementaba mes a mes.

Es así que a 8 años de crearse la Comisión (1934), sus integrantes con Eduardo Garro a la cabeza, ya estaban colocando -en 1942 – la piedra fundamental de lo que según el Diario Tribuna, sería "un modernísimo edificio, motivo de legítimo orgullo, tanto para los de la casa como para el país entero, edificio que contemplará no solo las necesidades presentes, sino también las del futuro”. En realidad parece una crónica escrita días pasados.

Un dato curioso referido al deambular del Museo, es que a pesar de inaugurarse en la casona de calle Rivadavia, cerca de avenida España, lugar en el que lo sorprendió el terremoto de 1944 -no el de 1977 como erróneamente dijo el locutor el miércoles 31- , de allí fue llevado, cual si fuese una premonición, al local que les alquiló doña Tecla de Pósleman ¿Dónde? En la calle Entre Ríos hoy Libertador San Martín, a sólo tres cuadras al Este del nuevo edificio. Permaneció hasta 1950 para ser trasladada, el grueso de su colección al salón de usos múltiples de la Escuela Superior Sarmiento, siempre sobre Libertador San Martín. Después de una larga estadía se produjo la nueva mudanza al antiguo edificio de la Escuela Normal San Martín, que fue la última etapa de su peregrinar. El lunes 31 de agosto estuvimos cerca de donde se produjo otra premonición: la piedra fundamental de lo que sería su moderna sede fue enterrada en 1942 ¿Dónde? Casi al frente del lugar en el que estuvimos el miércoles 31: en los terrenos que ocupa la Facultad de Ingeniería de la UNSJ.

Debo confesar que al recorrer las instalaciones me sentí profundamente conmovido ante la increíble realidad de ver esa belleza arquitectónica, y de saber que las creaciones de los maestros nacionales y sanjuaninos, descansarán en paz, Pero igualmente sentí nostalgias de la vieja residencia de General Paz y avenida Rawson, en la que con la Asociación Amigos en su noble Sala Prologal, protagonizamos tantas galas, tantas anécdotas, tantas alegrías porque logramos acercar más amigos al Museo; porque lo hicimos conocer más a la consideración de los comprovincianos, porque le sumamos nuevas obras, fruto de las donaciones a su patrimonio. Esa labor desarrollada voluntariamente, nos ayudó a olvidar las decepciones.

Todo ello, es cierto, ya forma parte del pasado, pero quienes han tomado la posta en la actualidad, desde el ministro de Cultura, tienen la oportunidad histórica de no olvidar que este maravilloso presente, es posible porque muchos, a partir de aquellos pioneros de 1934, aportaron su desinteresada entrega.

Precisamente quiero reiterar el reconocimiento al gobernador José Luis Gioja. A propósito recuerdo que cuando se postulaba para senador invitó a los directivos de las entidades culturales a un té en un salón de calle Rivadavia. En mi carácter de presidente de los amigos del Museo le expuse la necesidad de contar con un edificio propio y que se incremente el presupuesto de las reparticiones del área de Cultura. Posteriormente ya como senador, le dirigimos una nota, en setiembre de 2003.

En ella le expusimos que "nuestro principal anhelo, quizás de largo alcance, es que el Museo de Bellas Artes tenga un edificio adecuado”. Esa petición se reiteraba cada vez que visitaba el Museo a lo que respondía que ya estaba decidido trasladarlo a una nueva sede.

Hoy, esa inquieta espera debe ser, para los sanjuaninos, un inquietante desafío a conocer, cuidar y difundir ese riquísimo patrimonio que es también de todos.