La oración del Padre Nuestro sintetiza en sí todas las peticiones del Evangelio, está comentada en el Catecismo de la Iglesia Católica, entre los números 2759 y 2865.

Es una oración que enseñó el mismo Jesús, cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar.

En las iglesias cristianas se adoptó la versión que está en el capítulo 6 del Evangelio de Mateo, versículos 9 al 13, que consta de 7 peticiones, y fue enseñada por Jesús en su discurso programático, en el Sermón de la Montaña, cuando también proclamó las bienaventuranzas, y cual nuevo Moisés enseñó la Nueva Ley, no ya en tablas de piedra, sino grabadas en el corazón, la Ley del Espíritu que Él infunde a quienes lo aman.

El texto que trae el evangelio de san Lucas, en su capítulo 11, versículos 1 y siguientes, es más breve, de 5 peticiones, y quedó como un texto más en los Evangelios, no cobrando la dimensión pedagógica y litúrgica que tiene el texto del evangelista Mateo.

Tertuliano, un escritor eclesiástico de los primeros siglos, decía que la "oración del Señor” (oración "dominical”, de "Dominus”, es decir: Señor, en latín), es la "oración fundamental”, es decir, fundamento de las demás oraciones.

Todas las oraciones están incluidas en ella, y ella es la más perfecta de todas. Implica también un orden en las peticiones, que modela nuestra afectividad y nuestros deseos.

Sin embargo, no es una oración vocal como para ser repetida automáticamente. Ella puede conducir a las cimas de la contemplación y de la mística cristiana, tal como lo experimentaron y experimentan muchos santos y místicos, que a través de ella se elevan hasta las alturas mismas de Dios.

El místico es aquel que experimenta a Dios, y la mística es la ciencia teológica que investiga la experiencia de Dios que tienen los hombres, varones y mujeres de todos los tiempos.

Desde los comienzos, los creyentes cristianos recitaban el Padre Nuestro en la liturgia cotidiana 3 veces al día. Y así lo seguimos haciendo: Una vez en Laudes, la oración de la mañana; otra vez en Vísperas, la oración de la tarde. Y otra en la Santa Misa.

En la celebración del Bautismo, se "entrega” la oración del Señor al nuevo cristiano como inicio de su vida en Dios, como hijo que puede dirigirse ya con confianza a su Padre.

En la Confirmación, plenitud del sacramento del Bautismo, también se hace "entrega” del Padre Nuestro al confirmando, para que pueda dirigirse con más familiaridad al Padre Celestial.

Siempre estamos a tiempo de que el Padre Nuestro dé fruto en nuestra vida. Basta con esmerarnos un poco, prestando atención a lo que decimos y a quien se lo decimos. Elevando nuestra mente amorosamente hacia Él y, si nos distraemos, volviendo sin tensión ni ansiedad, con suavidad, nuestra atención a Dios.