La memoria de los grandes es siempre humilde porque atesora aquello valioso que los une con otros igualmente nobles y valederos.
La memoria no se construye con el odio ni con los malos recuerdos ni se capitaliza con el yo prosopopéyico de los que se creen importantes sin serlo.
La memoria es a veces un refugio de los gratos días compartidos. Debe ser aireada, flexible y móvil para dejar lugar a los sucesos trascendentes que el prójimo hizo y que las personalidades egoístas olvidan sin dar lugar a los protagonistas.
Si la memoria es acción y se reactualiza permanentemente en el presente de las buenas obras ayuda al conocimiento moral e intelectual.
La memoria no se construye de envidias mezquinas, de actitudes aparentemente heroicas y de sublimes acciones benéficas que no lo son tal.
No se apodera de lo que no le es propio, no pide perdurar su nombre en sitios y lugares donde la gente apresurada los olvidará porque el tiempo marca un reloj interno al que la memoria no puede vencer.
Los libros ayudan a la memoria colectiva, la retratan, la patentizan pero no son la vida misma.
Una mano extendida solidaria hacia los sectores más vulnerables es un acto de memoria viva porque quedará en cada rostro y en cada corazón de quien se ve favorecido.
La humilde sabiduría no debe quedar en los rincones del alma sino brotar como testimonio de luz para todas las generaciones.
Soy recordado en la medida que he expuesto mi pensamiento y lo he avalado con los hechos.
La memoria corre como la existencia misma y a veces olvida hasta lo que debe recordar siempre como es la proyección patriótica de los pro hombres.
La cotidianidad no nos da la categoría de próceres sino la magnitud y la calidad de nuestras ideas, nuestras iniciativas, nuestros proyectos.
Vivir para recordar no es bueno pero hacer del recuerdo algo grato para llenar de felicidad a quienes se sienten olvidados es una actitud magnífica y espontánea, que debe repetirse como norma para ser del existir algo perdurable.
La memoria es también el olvido de si mismo y en ese sentido quienes se llenan de memoria viven realmente un camino sencillo y triunfante.
No se necesita la memoria para corroborarse como existente.
Sí, la mirada interior que cada hombre desde su lugar debe emprender para que la introspección nos lleve a la autocrítica y al perfeccionamiento.