La foto causó un escándalo. Pero mucho más el hecho registrado en la misma. La imagen da cuenta de un festejo (más de 12 personas), sin barbijo ni distanciamiento, con la presencia del Presidente de la Nación. Ocurrió en plena pandemia (julio de 2020) estando vigente el decreto presidencial de prohibición de reuniones sociales. Pero mayor perplejidad causó la justificación dada: todo fue un error, un desliz. Sin embargo, ni uno ni otro explican el caso ni caben aquí. 

 

Nada fue un error

Planteo el tema desde su dimensión ética y lo hago a partir de dos interrogantes. ¿Puede errar sobre la naturaleza de un acto propio quien lo definió como delito? ¿Si el error es el falso conocimiento que se tiene de algo, podría aquél invocar un juicio falso sobre su conducta contraria a la norma de su autoría? La respuesta es clara. No existe margen para el error. Nadie mejor que el autor de la regla, conoce la gravedad de la conducta prohibida en la que incurrió.

Tampoco hay obstáculo que afecte al acto humano realizado (la reunión social en transgresión al decreto presidencial). Ni la inteligencia ni la voluntad (elementos del acto) habrían sido vulnerados. No se da el supuesto de falta de conocimiento de una obligación, por lo tanto, tampoco cabe la ignorancia como vicio del acto. Asimismo, no se advierte la existencia de factores como el miedo o la violencia que hayan impedido la libre elección de la voluntad. Se aplica entonces un conocido axioma moral: la persona es absolutamente responsable de su acto, mediando advertencia de su inteligencia y ejercicio de su libertad. Lo dicho hasta acá son principios generales de la Ética aplicables al caso, que nos llevan a una primera reflexión: no hubo error. Y aunque fuera un error, igual cabría responsabilidad moral por el hecho. "El error no puede darse sin culpa moral" (Basso, Domingo, "Los fundamentos de La Moral" – Artes Gráficas Candil S.R.L. Bs As. 1990).

 

Tampoco fue un desliz

Un desliz es un error leve no intencionado causado generalmente por falta de reflexión o cuidado. La prohibición a las libertades individuales establecidas por el decreto nacional, respondió a una situación sanitaria grave ante la propagación de un virus desconocido que puso en jaque el sistema de salud. De aceptar que fue un desliz, se estaría debilitando la base argumental de las restricciones. 

 

Responsabilidad moral

Éticamente, en el caso citado no hay duda sobre la atribución del mismo a su autor y la consecuente responsabilidad moral. Vemos los argumentos que sostienen esta afirmación.

En aquella reunión social, existió conocimiento de la norma transgredida y, libertad para participar de ella, no participar o impedirla. Aquel festejo de cumpleaños transgrediendo las restricciones que el mismo autor del acto impuso, es moralmente atribuible al sujeto que realizó el acto. De allí su responsabilidad moral personal e intransferible. Claro que ello supone la humildad necesaria para reconocer las faltas y las consecuencias de las mismas. No hay espacio para los "peros", ni para echar culpas mirando el espejo retrovisor, ni descargar la responsabilidad propia en otros. Tal actitud nos dejaría ante las puertas de la irresponsabilidad moral, que socava la ejemplaridad que los ciudadanos esperamos de los dirigentes.

No podemos obviar en la consideración moral del hecho, una de las circunstancias que rodea la acción: ¿quién realiza el acto? 

La cualidad de la persona que obra no es neutra y agrava la moralidad del hecho. Al respecto, Patricia Debeljuh, Doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra, nos deja un claro ejemplo: "No tiene la misma moralidad el falso testimonio de un escribano que el de una persona privada; es más grave la acción mala de quien, al tener autoridad, da mal ejemplo (El desafío de la Ética, ed. TEMAS, Bs. As, 2005, pág. 148). En idéntico sentido y con mucha claridad el filósofo español José Ortega y Gasset decía: "El mando debe ser un anexo de la ejemplaridad".

 

Por Miryam Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo