El reelecto primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se transformó en un duro escollo para crear un Estado palestino, en particular para los Estados Unidos, cuyo presidente Barack Obama abrigaba la esperanza de lograrlo en forma directa durante su segundo mandato.
En la víspera de las elecciones, Netanyahu afirmó la semana pasada que no habría un Estado palestino si él continuaba al frente del Gobierno israelí, algo de lo que se retractó dos días después, pero que no hizo cambiar el pensamiento de la diplomacia internacional y en particular de los líderes de Occidente. Mucho más para Obama, que siempre afronta con cautela la mediación entre israelíes y palestinos, y expresó públicamente su pesar frente a un conflicto que tratan de resolver, sin éxito, todos los presidentes estadounidenses desde Jimmy Carter hasta el presente. La diferencias entre las frustraciones anteriores y las declaraciones de Obama no sólo es el distanciamiento estadounidense del proceso de paz, sino que lo hizo en público, dejando en manos de la diplomacia la idea del Estado palestino como solución definitiva a la tensa convivencia en los israelíes.
Netanyahu alimentó la ilusión de que Israel buscaba la solución de dos estados en el proceso de paz, pero fue parte de la estrategia electoral para consumo interno, en particular de los sectores irreconciliables con los palestinos. Pero en los hechos el premier israelí nunca estuvo comprometido realmente con esa solución, ni siquiera durante los nueve meses de negociaciones directas que fracasaron hace casi un año.
Ante este panorama, EEUU anunció una revisión de su relación con Israel, en particular en lo relativo al conflicto con los palestinos, pero sin revelar un cambio en la política externa, aunque se estima que, para aplacar a los palestinos, busque una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que determine los parámetros de un Estado palestino.
Obama ya adelantó que va a hacer una evaluación para decidir si apoya el reconocimiento de la ONU de un Estado palestino, algo a lo que Washington se ha opuesto durante décadas. Es probable también que EEUU adopte una posición más neutral y permita el avance de las resoluciones de la ONU, aunque algunos republicanos ya amenazan con eliminar los fondos para la organización internacional si se aprueba un cambio.
