El actual debate sobre la legalización del aborto, ha puesto sobre la mesa la necesidad de implementar educación sexual en las escuelas. Desde 2006 contamos con las herramientas legales: Ley Nº 26.150 que crea el Programa Nacional; los Lineamiento Curriculares definidos por Res. CFE Nº 45/08 y la Ley Provincial de Educación Nº 1327-H. Sin embargo sigue siendo una asignatura pendiente en las escuelas públicas, sobre todo, las de gestión estatal. 

Las razones que se esgrimen son variadas: -Falta de decisión política; -necesidad de capacitar a los docentes; -temor a la reacción de las familias, etc. (Fuente: Seminario Regional "La Educación Sexual Integral, derechos, logros y desafíos en Argentina, América Latina y el Caribe”; Bs As Agosto 2011).

El resultado es simple: nuestros adolescentes aprenden de sus pares, de las redes, de material que llega a sus manos con escasa validación científica, aséptica moralmente y sin la progresividad propia de un abordaje sistemático. La escuela, en alianza con las familias, es por definición, el espacio privilegiado para implementar una educación sexual que respete la madurez cognitiva, afectiva, emocional y social, esperable en cada grupo etario.

El desafío resulta evidente: debemos empezar ya. Existen diversas ofertas para capacitar a docentes y agentes sociales, provenientes del sector público (Diplomatura del Ministerio de Educación de la Provincia) y del privado (Postítulo semipresencial de la Universidad Católica de Cuyo) Sólo por citar algunos ejemplos.

Tenemos la ventaja de tener una Ley Nacional y Provincial que propician un abordaje integral de la sexualidad, articulando todas las dimensiones de la persona: biológica, social, psicológica, afectiva, legal y ética. Contamos con Lineamientos Curriculares, definidos por el Consejo Federal de Educación que si bien fueron definidos como piso común y obligatorio, dejó a salvo la adaptación de los mismos a la realidad sociocultural de cada provincia. El federalismo, agradecido.

Dicho esto, surge una pregunta ineludible: ¿de qué educación sexual hablamos? Porque sí los  contenidos sólo brindan información biológica o se limitan a enseñar los métodos anticonceptivos, caeremos en el silencio moral propio de quien evita acompañar la información con una formación en valores. Cabe recordar que la escuela es el lugar propicio para enseñar a los alumnos a asumir la sexualidad desde una perspectiva humanista. Sólo así evitaremos reduccionismos que ofrecen una visión parcial y sesgada de un fenómeno tan rico y complejo como es la sexualidad humana.

Ahora bien, tampoco es conveniente caer en el "silencio pedagógico” que, por miedo, ignorancia o prejuicios, de la espalda a realidades sociales que preocupan, como son los altos índices de embarazos precoces, las maternidades vulnerables, la problemática de las enfermedades de transmisión sexual, el flagelo de las adicciones, el maltrato, la violencia de género, las discriminaciones injustas, la trata de personas y el abuso sexual de niños. 

Finalmente, una reflexión: es cierto que el debate sobre la legalización del aborto, planteó la necesidad de implementar educación sexual. Sin embargo, pensar que la importancia de la educación sexual se reduce a evitar embarazos no deseados y abortos clandestinos, es conformarse con mirar una sola cara de este hermoso prisma que es la sexualidad humana. Debemos incorporar las otras caras: -educar la sexualidad para resignificar el valor del cuerpo como expresión del yo personal y de la afectividad; -educar para ejercer una sexualidad libre de condicionamientos culturales que llevan a un inicio precoz que puede dejar heridas psicofísicas; -educar para ver en el "otro”, sobre todo cuando es una mujer, una persona, un sujeto de derecho, nunca una cosa para satisfacción personal. 

Claro que es difícil, claro que son temas polémicos, pero la solución nunca puede ser el silencio en las aulas.

 

 

Por Miryan Andújar
Abogada – Instituto de Bioética Uccuyo