Lo ocurrido el jueves en torno a la votación por la Reforma Previsional de Mauricio Macri se pareció, al menos en algunos tramos, a la película 300. Wikipedia describe a ese film como “la historia del Rey Espartano Leónidas y sus 300 guerreros espartanos que pelearon a muerte contra el “Dios-Rey” Persa Jerjes I y su armada de más de 100.000 soldados”. Todo transcurre entre peleas cuerpo a cuerpo, sangre, venganza y muerte, en escenas regadas de color rojo tan intensas que casi logran salir de la pantalla. Más o menos lo mismo pasó dentro y fuera del Congreso esta semana. Todos lo vimos por TV. “¿Vos me vas a venir a hablar de peronismo?”, le respondió Walberto Allende a Daniela Castro en, tal vez, el momento más acalorado del paupérrimo teatro de 300 en el que se había convertido el “Honorable” recinto de la Cámara de Diputados de la Nación. José Luis Gioja, sin argumentos políticos de donde tomarse y munido de lo más bajo que tiene la humanidad apuntó a la fibra íntima de Allende: “Negro, acordate que fuimos juntos a la Escuela”, le dijo. Gioja y Castro querían que la sesión fracasara, lo mismo que sus compañeros del Frente para la Victoria. Que el oficialismo se quedara sin poder político, sin margen de maniobra, que Macri agarrara el helicóptero, como alguna vez ya dijo el propio Gioja. Y Allende pretendía hacer lo que le había ordenado el Gobernador: dar el debate y rechazar el proyecto. Toda la escena fue horrible. Ojalá el Gobierno sepa hallar la salida, porque parece que para el lunes preparan la secuela de 300.
La incontable cantidad de errores que cometió Cambiemos en torno a este debate, debe tener pocos antecedentes en la historia política sanjuanina. La fecha es, tal vez, lo peor. Todos nos acordamos de 2001. Viendo las balas de goma, los gases lacrimógenos, los rostros tapados y las piedras volar, en un día de mucho calor, a cualquiera hace recordar lo peor de lo peor. En realidad no hay comparación alguna que hacer, porque la situación del país en aquel momento era infinitamente peor que la que vivimos hoy, a pesar de que la de hoy no es la mejor, obviamente. Pero la memoria es así, no es macrista ni kirchnerista, sólo es lo que es. El segundo error es haber dicho por todos los medios que la reforma no iba a tocarle el sueldo a los jubilados. Incluso salieron a decir que los jubilados se iban a beneficiar con el nuevo cálculo. Y después salieron a proponer un bono en plata por única vez para subsanar la pérdida. Marcha atrás y contramarcha, al estilo Macri.
Elisa Carrió y la falta de liderazgo del Presidente, son el tercer traspié de Cambiemos, sin dudas. Se notó en todo el tratamiento de este tema que Cambiemos es Carrió, Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto. No hay más. Macri ya no conduce su equipo. Lilita obligó al PRO a hacerle cambios al proyecto, levantó la sesión en Diputados y luego bochó -gracias a Dios- un Decreto de Necesidad y Urgencia en medio de la adrenalina de las peleas en Diputados. Hasta se animó a pactar con La Cámpora. Cosas de la política, como dicen.
Y el cuarto error fue menospreciar al kirchnerismo y su poder de fuego. En el macrismo nunca anticiparon que el kirchnerismo pudiera hacerles el daño que les hizo. Dentro y, mucho menos, fuera del recinto. No creyeron que Cristina y sus aliados fueran capaces de llegar tan lejos. No sólo eso, el kirchnerismo y otros aliados están convocando para la sesión del lunes. Todo hace prever que la jornada será aún peor de lo que se sospecha. Veremos.
Uñac está molesto con todo lo ocurrido. La semana pasada le llamó desde Macri hasta dirigentes del peronismo más amarillo que cualquiera pudiera imaginar. A todos les respondió más o menos lo mismo: “No tengo margen de maniobra”. Sólo le pudieron arrancar que no entorpeciera el debate, que es lo que le trasladó a sus legisladores. “Si no hay cambios en la manera de hacer el cálculo para los aumentos, vamos a rechazar esta ley”, les dijo a Allende, Florencia Peñaloza y Graciela Caselles. Y así iba a ser, aparentemente. Al nuevejulino le ganó su inexperiencia. No solamente lo increparon Castro y Gioja, también lo maltrató Facundo Moyano, aunque algunos dicen que luego le vino a pedir disculpas. Allende se mantuvo en el mandato de su jefe político y se bancó los cruces. Se defendió como pudo y ganó la experiencia de saber cómo es el juego. Para los medios nacionales fue el diputado 129, el que facilitó el quórum, pero pudo haber sido el siguiente o el último. O un par anteriores. El clima era muy pesado, tanto que Peñaloza y Caselles demoraron tanto en sentarse en sus bancas, que muchos creen que finalmente no lo hicieron.
Varios ayer en el cierre del programa de LV5 “A Todo o Nada”, justificaron lo ocurrido en el Congreso como la consecuencia de una falta de diálogo entre oficialismo y oposición. Al encuentro propuesto por el programa radial fueron desde Diego Seguí y Marcelo Arancibia hasta Sergio y Rubén Uñac, o el fiscal de Estado Jorge Alvo, por poner ejemplos de personas que piensan distinto entre sí (ver página 2). Y todos pudieron hablar en el tiempo que pudieron y de la manera que quisieron. Varios de esos mismos dirigentes dijeron que en la Nación eso no está ocurriendo. La dicotomía kirchneristas-macristas, ha radicalizado cualquier discusión. Y les ha ganado a sus propios líderes. La trompada que le lanzó Emilio Monzó a Leopoldo Moreau es un ejemplo de ello. Acá en San Juan ese “Boca-River” no llegó con la fuerza que suena en la Nación, por eso no nos damos cuenta. En definitiva, si Cambiemos no se da cuenta de los errores políticos que está cometiendo, vamos por mal camino.