Los vigilantes urbanos de la Ciudad de San Juan, un grupo de 25 agentes municipales distribuidos en el microcentro para ayudar al ordenamiento de la circulación, entre otras funciones, han cumplido el primer mes de una experiencia inédita frente al mayor movimiento de personas que sobrepasa la tarea policial.
Los monitores municipales cubren un vacío donde se producen transgresiones tanto de peatones como de conductores por la desaprensión de los primeros al cruzar las calles por cualquier lugar, ignorando las sendas peatonales, y de los motoristas que les cuesta entender la prioridad que asiste al caminante.
En este primer balance, los vigilantes urbanos comprobaron que los más chicos son los que acatan mejor las sugerencias, frente a los adultos cuyos malos hábitos callejeros parecen más difíciles de corregir. La manía de los mayores de cruzar intempestivamente la calzada a mitad de cuadra, no sólo es de alto riesgo sino la irregularidad más común observada y resistida, al punto que hace una semana un peatón insultó y agredió físicamente a un vigilador por el sólo hecho de señalarle la inconveniencia de atravesar la Av. Rioja por la mitad de la cuadra y en hora hora pico. El agresor se dio a la fuga, pero luego fue detenido.
Todo requiere educación y disciplina, porque este servicio comunal busca crear conciencia y lo ha comprobado. Los niños son los que demuestran mayor predisposición, signo evidente de la educación vial que reciben en las escuelas. Será fundamental aumentar el número de vigilantes urbanos para que sus acciones cubran al resto de la ciudad, donde el desorden y la imprudencia de peatones y automovilistas puede ser peor.
