Los símbolos patrios son esenciales al momento de constituir la identidad nacional. Normalmente han sido creados a lo largo de la historia de cada país, por lo que tienen en sus colores y símbolos los aspectos más significativos de sus historias y el legado para las nuevas generaciones. En 2012, en que se celebran los 200 años de creación de la Bandera Nacional por Manuel Belgrano, es pertinente valorar este acto desde distintos puntos de vista. Particularmente, hacer referencia al papel que han cumplido las mujeres en la confección de aquellas banderas que han llegado a presenciar los hechos más significativos de la historia.

No se puede dejar de hacer referencia a la mujer que cosió, a orillas del río Paraná, la primera bandera argentina que izó Belgrano. Ella fue María Catalina de Vidal. ¿Quién fue esta mujer? Seguramente pocos la conocen porque su nombre no figura en los manuales. Pacho O’ Donnel sostiene en su libro "El grito Sagrado", que este desconocimiento se debe a que la historia oficial es clasista, elitista y machista y, por el contrario, María Catalina era una humilde modista de Capilla del Rosario del Pago de los Arroyos, que hoyes Rosario.

El escritor también rescata el coraje de la costurera que no sólo zurció tela celeste y blanca, sino que también se atrevió a clavar su aguja en la formación de un símbolo de rebeldía frente a España. "La bandera que cosió María Catalina Echavarría de Vidal generó mucho rechazo en Bernardino Rivadavia (secretario del Triunvirato de Buenos Aires), es así que le ordenó a Belgrano quemarla o enterrarla. Rivadavia siempre fue dócil a la política exterior británica que no quería que las colonias manifestaran sus deseos de independizarse. Si bien Belgrano debe haber buscado alguna modista para que confeccione la bandera, ella no asumió una responsabilidad menor. María Catalina tuvo un espíritu patriótico porque coser la bandera implicaba un compromiso. Olvidarse de la trascendencia de su personalidad es una demostración de cómo se despreció en la construcción de la argentinidad a la mujer humilde".

Aunque otras cometieron exceso de glamour patrio. La historiadora Ema Cibotti cuenta que: "La bandera era un asunto de mujeres pero no era una tarea fácil porque el celeste era un color difícil de conseguir en esa época. Hay una anécdota graciosa de San Martín, que les ordenó a las damas mendocinas deshacer una bandera que habían hecho con seda azul y cambiarla por sarga celeste (una tela más gruesa, más resistente y rústica) para respetar el color dispuesto por Belgrano. Pero las damas mendocinas se horrorizaron por la orden del cambio de tela".

Y en esto de hacer referencia al papel femenino en la confección de banderas se haya un caso en la historia local muy interesante de analizar. Éste, sucede en 1817, al organizarse en San Juan la IV División del Ejército de los Andes al mando del comandante Juan Manuel Cabot. El teniente gobernador de aquel entonces, José Ignacio de la Roza, encargó la fabricación de una bandera, orden que fue cumplida de manera excelsa por algunas mujeres sanjuaninas.

Donados los elementos necesarios para su confección por José Rudecindo Rojo, Borja Toranzo de Zavalla reunió en su casa a Jacinta Angulo de Rojo, esposa de José Rudecindo Rojo, y Félix de la Roza de Junco, hermana del gobernador José Ignacio de la Roza. Fue así bordada por las damas sanjuaninas la llamada "Bandera Ciudadana" que, tras ser bendecida por el presbítero José de Oro, las elaboradoras de la bandera la entregaron a Juan Manuel Cabot en la Plaza Mayor y así la insignia encabezó la marcha de la IV división que tomó parte del Cruce de los Andes por el norte (Paso de Guana) contra la provincia de Coquimbo. Según varios historiadores, la bandera hecha por las patricias sanjuaninas fue la primera en arribar a Chile liderando la columna de 400 hombres de Cabot.

Vale añadir, que la bandera confeccionada por las tres mujeres tiene un escudo pintado a mano (no como la mayoría que en general fueron bordadas) y tiene una leyenda "En Unión y Libertad". La tarea artesanal fue realizada en el bastidor de Borja, que hasta la década del ’60 estuvo en museos de San Juan y que luego desapareció. En el reverso se vislumbra la figura de un sol incaico.

Cabot, al morir, dejó de herencia a su hija la bandera del triunfo. La insignia fue muy bien cuidada por la muchacha, que recortó el escudo para conservarlo en mejores condiciones y lo aplicó a otro paño. La mujer en 1890 le entregó la bandera a Bartolomé Mitre, quien después se la obsequió a José Antonio Pillado, un reconocido investigador histórico de la época, que realizó la primer descripción del símbolo y elaboró un cromo (antecesor de las fotografías). Pillado en 1894 decide donarla al Museo Histórico Nacional, donde permanece hasta hoy. Vale destacar, que existe un proyecto de ley para que la bandera desembarque en nuestra provincia y se quede definitivamente aquí.

Para cerrar, nos queda valorar enormemente la contribución femenina en la confección de banderas, una labor que indica que evidentemente las mujeres estuvieron presentes en nuestra historia.