Por varias razones, el encuentro del viernes en San Juan fue extraordinario. La asistencia, tanto de gobernadores ligados a la minería, como de empresarios y cámaras de ese sector, sobrepasó lo que esperaban muchos incluso de esos mismos asistentes. El mitín también sobresalió por el durísimo documento firmado por los empresarios, por la tenue capacidad de maniobra de Daniel Scioli y por la inocultable bronca del ministro de Planificación Federal, Julio De Vido. El "me comprometo a salir a buscar inversores" del presidenciable contrastó bruscamente con el "todo va a seguir igual" del alfil K. Los empresarios, pasivos y mezquinos como siempre, contestaron con un escalofriante "hay que esperar a que cambie el Gobierno". Dramático.

Que los números de la minería no son buenos, no es nuevo; que en el mundo los precios de los minerales están deprimidos, tampoco; que el kirchnerismo dice que apoya la minería pero le saca plata y la complica todo lo que puede, tampoco. El choque de dos ideas de países distintos conviviendo en un mismo espacio político, aunque tampoco es nuevo, es lo más grave de todo. Y esa situación quedó en carne viva el viernes en la tarde en San Juan. Mientras el pobre de Scioli trataba de no generar más enemistades en otro sector productivo argentino diciendo lo poco que puede decir ante un auditorio lleno de expertos enojados pidiendo cambios, su supuesto compañero de espacio político, Julio De Vido, le decía a este diario que "todo va a seguir igual". Y ratificaba ante el mismo escenario que el gobernador de Buenos Aires los números que los empresarios habían pedido en la mañana no escuchar. Típico del kirchnerismo. "Ni un paso atrás…". De Vido subió la apuesta. Scioli al menos acusó recibo de la necesidad de acompañar a un sector que necesita que lo ayuden. No es mucho, pero es lo que le salió. El candidato no puede decirle a los mineros que tienen razón, porque eso supone una pelea con el kirchnerismo. Y tampoco puede transmitir los números de De Vido porque sabe que eso lo separaría de los empresarios. En definitiva, habrá que esperar para ver al verdadero Scioli. Claro, si es que el votante lo elige sin saber qué está eligiendo.

Algunos ejecutivos de mineras y proveedores tomaron muy mal lo del presidenciable. Y otros lo entendieron. Las definiciones que pidieron en la mañana, como "no querer escuchar más promesas basadas en diagnósticos falsos", o lo de los cambios económicos, tendrán que esperar. También es cierto que la postura de algunos empresarios a veces es demasiado simplista. Las grandes compañías con sedes en otros países se involucran sólo cuando tienen problemas, y buscan amparo en el poder político cuando van a empezar a invertir, luego se olvidan y vuelven a acordarse del poder institucional solamente si no pueden controlar sus dramas. Todos saben en San Juan qué ha pasado con la minería en Iglesia, por ejemplo, y nadie ha hecho nada. El poder político protegió y los empresarios callaron. En definitiva, un Scioli como el del viernes no convence demasiado, pero hay que saber que el verdadero no aparecerá al menos hasta el 26 de octubre.