Luego de participar de la cumbre mundial sobre el clima global y el medio ambiente en Copenhague, tengo la absoluta certeza de que el logro más importante alcanzado fue poner en evidencia la preocupación cierta y real de toda la humanidad, de todos los países y de todos los gobiernos sobre este problema.
Desde ciertos sectores se planteó el dilema de si Copenhague nos daría o no la solución definitiva al conflicto medioambiental global.
Pero la realidad no se mueve al ritmo de falsas dicotomías, por eso la principal enseñanza de la cumbre mundial es que la resolución a la ecuación entre progreso, calidad de vida y medio ambiente se resuelve sólo si se tiene una visión política integral que contemple a todos los factores en juego.
Los sanjuaninos sabemos que tenemos un ejemplo claro en este sentido, desde hace algún tiempo muchos están envueltos en un planteo mezquino y hasta interesado de "minería sí" o "minería no".
Caer en esta trampa ha llevado a extensos debates desde posiciones extremas que no permiten ver lo que realmente importa e interesa a la sociedad en su conjunto.
Cualquier pueblo sobre la faz de la tierra necesita en primer término contar con un medio ambiente limpio y no contaminado, pero también necesita recursos que posibiliten su acceso a la salud, la educación, la seguridad, al empleo y a todo aquello que ayude a mejorar la calidad de vida.
Los sanjuaninos, por imposición de la naturaleza, comprendemos acabadamente lo que es la utilización de los recursos naturales para el desarrollo y sabemos perfectamente lo que implica invertir en tecnología y control para el uso racional de los mismos. Es sin lugar a dudas el manejo del recurso más preciado, el agua, nuestro mejor ejemplo.
Le buscamos la vuelta con ingenio y esfuerzo a los desafíos que la geografía nos plantea como obstáculos para progresar como sociedad. Nos levantamos como la ciudad más moderna después del "44, construimos una red de riego modelo en Latinoamérica, desarrollamos una agroindustria de vanguardia y expandimos la frontera agrícola sobre el desierto y la montaña, usando la más moderna tecnología de riego por goteo.
¿Qué es lo que aprendimos de todas nuestras experiencias? Que apostando fuertemente a la tecnología, teniendo en claro los rumbos productivos y optimizando y controlando el uso racional de nuestros recursos naturales, los sanjuaninos mejoramos nuestra producción ampliándola en cantidad y calidad, ganando nuevos mercados, generando nuevos empleos, fortaleciendo nuestro mercado interno y potenciando nuestra industria. Es exactamente esto lo que hicimos al integrar la minería metalífera como un motor más de desarrollo.
A lo largo de los últimos años y después de que los "gurúes" nos dijeran que San Juan era económicamente inviable, con orgullo vemos que no solo expandimos nuestra frontera agrícola diversificándola, sino que además promocionamos la radicación de industrias, reconvertimos nuestra vitivinicultura y complementamos la gran minería a la tradicional no metalífera y al desarrollo agroindustrial.
La ventaja de vivir en una tierra como la nuestra es que no nos queda más que buscar, permanentemente, nuevas y variadas herramientas productivas que se complementen a nuestra economía y ayuden a mejorar nuestro bienestar.
Además de la integración con Chile a través de Agua Negra, que nos sacará el estigma de provincia terminal, entre otras cosas, la nueva frontera es convertir a San Juan en el principal productor de energías alternativas del país.
Para concluir, es evidente que reducir el debate sobre nuestro futuro a "minería sí, minería no", es tener, al menos, una visión pobre y estrecha de la realidad, que está muy lejos de la mirada política integradora que los sanjuaninos nos merecemos y que las circunstancias nos reclaman.
