"…un gran artista… interpretaba temas… que el público coreaba; era don Carlos Montbrum Ocampo, orgullo de San Juan".

 

06San Juan tuvo uno de los más importantes festivales folklóricos del país: "Las alegres fiestas gauchas sanjuaninas", que convocaba a multitudes, y que por su autenticidad contribuía a un inconfundible perfil sanjuanino, fue y es ante el país nuestra genuina expresión nativa. 

Como en sueños, me veo sentado junto a mis padres en la tribuna oficial del estadio del Parque de Mayo. En el costado sur, el gran escenario diseñado con temas alusivos a la provincia, y en él, reinando, un señor elegantemente vestido como corresponde a un gran artista (debe honrarse al escenario hasta con el atuendo); hombre de gran personalidad, figura del espectáculo central. Sentado junto al piano, interpretaba temas ya famosos que el público coreaba; era don Carlos Montbrum Ocampo, orgullo de San Juan.

En nuestra provincia, hay con él una extraña deuda de gratitud; no se lo reconoce por lo que realmente es: uno de los más grandes exponentes de la música cuyana y argentina, a mi criterio el más popular exponente en el mundo; un creador de un estilo que renovó la expresión de nuestra región, haciéndola trascender por todos los escenarios; uno de los referentes a considerar, especialmente para revalorizar nuestra música y ponernos de pie ante el país. De entre cientos de bellos ejemplos de talentos de su autoría, puede citarse los grandes valses: "Amémonos", "A unos ojos", "A unos celos". El primero con un récord extraordinario, superando en venta a grabaciones del mismo Gardel. A los valses se agregan: "La totora", "El chupino", "La Majadita" y sus inconfundibles cuecas de sabor local: "Las chinas del Albardón", "En Ullum están chayando", "Las dos puntas", "Entre San Juan y Mendoza", "Entre mar y cordillera", etc.

Las canciones son clásicas cuando se cobijan para siempre en la memoria de la gente; son sus hitos, sus tesoros espirituales, que continúan cantándose, silbándose en las calles y los proscenios; nuestros fundamentos y con los cuales el público identifica su espíritu y se reconoce orgulloso integrante de una estirpe, ante los grandes escenarios, los medios de comunicación o las referencias que se hagan de su patria chica.

Hace unos años, pasaba por la puerta de una taberna de Madrid y, como ocurre con las canciones fundamentales, desde el fondo, como un agasajo para el alma, una intérprete con acento español cantaba: "Cuando pa’ Chile me voy, cruzando la cordillera…’". ¡Gracias, Don Carlos! 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.