En el mundo político, los mensajes dirigidos a la opinión pública frecuentemente no son claros lo cual hace que muchos argentinos no crean en el mundo de la política ya que lo sienten ajeno a sus propias ideas e intereses. Por lo general, deben esforzarse para comprender un mensaje.

Lo comprobable. En los mensajes hay duplicidades o reiteraciones incomprensibles pero como cada uno de ellos debe ser interpretado por el oficialismo y por la oposición nunca hay coincidencias entres ambos sectores, razón por la cual todo se hace más confuso para el ciudadano común.

Por supuesto que cuando se habla, cuando se emite un mensaje y o discurso, es para responder a un objetivo poderoso que puede o no ser captado totalmente por la audiencia. Sucede también que algunos acontecimientos que son de orden público y que pueden captar la atención de sectores importantes, son reiterados por los medios en forma constante, esto agobia. Uno de los últimos ejemplos estuvo relacionado con Martín Redrado y su situación en el Banco Central. Esta reiteración fastidió a muchos pero ello no interesó a las autoridades.

La falta de claridad en los mensajes, puede alarmar. Por ejemplo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en algún momento dijo: "si fuera una genia haría desaparecer a algunos". Lo dijo al entregar obras para el Museo del Libro en la Biblioteca Nacional. Esta expresión se comentó desfavorablemente ya que tiene un grave matiz discriminatorio. Detrás de ella, su esposo Néstor se dedicó a mal interpretar medidas como la congelación de los fondos del Banco Central y la dilatación del caso Martín Redrado. Él interpretó que fue una acción conspirativa para debilitar a Cristina. Ese lenguaje, esas ideas nada tienen que ver con las aspiraciones de millones de argentinos. Este es un país que tiene claro lo que quiere y lo que no quiere y en el que no hay lugar para ese tipo de acciones. La experiencia política de los argentinos es rica, pudo haber sido traumática, pero se transformó en una especie de sabiduría popular de manera que ya nadie podrá engañarlos o comprarlos.

La compra de voluntades políticas existe pero no es numérica ni cualitativamente tan importante como el sector mayoritario que conoce la verdad de todos los hechos y de todos los personajes, sabe a qué apostar y qué debe dejar que pase de largo. Los hechos sólo pueden confundirse en el comienzo de una nueva gestión pero luego, no.

Lo cierto es que vivimos en una época complicada y que ciertos personajes del poder en lugar de simplificar los hechos, los complican con lo cual atemorizan o desalientan a algunos sectores de la comunidad.

La Argentina es un país que supo ser admirado por otros y al que ahora quieren darle otra orientación. El triángulo de semejanzas era con Chile y Uruguay. Ahora pretenden cambiarlo por Venezuela y Cuba.

Pero no se podrá porque lo que está en los cimientos necesita de la horizontalidad de hechos llevados a cabo durante mucho tiempo para ser disuelto o cambiado. No puede ser que cada cambio de gobierno signifique un cambio de ruta u orientación. Ese sería un hecho ahistórico. Además no lo resistiría la ciudadanía.

El ciudadano de hoy debe estar alerta porque hay una yuxtaposición de consignas, discursos, afirmaciones, reproches o promesas que pretende cambiar la forma de pensar de los argentinos. Pero no podrán porque hay una fuerza generada en la experiencia que impide la doblegación.

Si se puede eludir el peso de la propaganda oficial, se habrá ganado en claridad mental. Esto es seguro. Porque la propaganda intenta influir en el sistema de valores del individuo para cambiarle los códigos y su conducta.

Se denuncia un vaciamiento de la Anses. Y, con razón, si cuando Néstor Kirchner era presidente otorgó 1.300.000 jubilaciones a personas que nunca aportaron. Este operativo tenía dos objetivos: que la gente votara para presidente a Cristina -lo logró- y destruir el sistema que felizmente todavía puede salvarse.

Hay formas y formas de hacer política pero los verdaderos políticos no buscan la destrucción de las instituciones ni el apoyo ciego de la gente. El verdadero político, que puede tener aciertos y errores, busca mejorar lo que está funcionando bien y que es de utilidad para la ciudadanía en general.

Y esto es así porque política es la actividad humana que tiende a gobernar o dirigir la acción del estado en beneficio de la sociedad. No vamos a reiterar -porque lo hemos dicho- que puede ser un espacio fenomenal para el clientelismo partidario. Lo vemos a diario, será muy difícil trascenderlo pero ello debería ser el primer objetivo de trabajo de una nueva generación.

Es decir, no hay que alarmarse y bajar los brazos. Por el contrario hay que estar alertas para cuando lleguen los momentos de elegir o de juzgar, para saber que ha favorecido a la sociedad y que no.

Este conjunto de ideas puede hacer parecer que nada fácil hay en el terreno político y social. Y es cierto, estamos tan complicados como el resto del mundo pero con algo a favor, somos un país joven.