Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos traban a los falsos profetas!" (Lc 6,20-26).

Las Bienaventuranzas son la biografía de Jesús: él fue pobre, tuvo hambre, lloró, lo odiaron, excluyeron, insultaron, lo proscribieron. Son un camino ascético, teniendo en cuenta que la ascesis significa, esencialmente, ejercitarse en la libertad interior. Mientras que en Mateo, el Maestro proclama las Bienaventuranzas desde el monte, en Lucas el contexto topográfico no es en lo alto sino en el llano, un "tópos pedinós", "un lugar de llanura", hacia el cual Jesús desciende (katabàs), "con sus discípulos y una gran multitud de gente de toda la Judea, de Jerusalén y del litoral de Tiro y Sidón" (Lc 6,17). Mientras que el evangelista Mateo presenta ocho bienaventuranzas, Lucas indica cuatro. La primera es la clave para comprender las otras: vivir el desprendimiento. El evangelio de hoy comienza afirmando que "Jesús, levantando la mirada hacia sus discípulos", les proclamó las bienaventuranzas. Les enseña que elevando los ojos podemos descubrir la felicidad auténtica. Con ojos nuevos se puede descubrir la novedad de Dios. Y también hay que mirar hacia dentro. Por eso el filósofo danés Sören Kierkegaard (1813-1855) advertía que "la puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez ás". El hombre es un mendigo de felicidad. Todos la deseamos, aunque no muchos la descubren.

El Maestro habla, y comienza así: "Felices ustedes". La primera palabra es una garantía: "he venido a traerles la alegría". La religión es para que la persona humana encuentre el gozo. Evangelio significa "buena noticia". Con lo cual, la tristeza, la melancolía, el miedo, y el pesimismo están en contra del evangelio. Gilbert Chesterton ha escrito: "Un cristiano triste es un cristiano fracasado". Habría que comprender que la felicidad no es un producto, sino un proceso. No es un objeto que puedo adquirir en la góndola de un supermercado, sino un trabajo ascético que requiere un esfuerzo espiritual. Jesús declara bienaventurados a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran y a los perseguidos. A diferencia de Mateo que presenta nueve bienaventuranzas, en Lucas nos sorprenden cuatro, y cuatro advertencias o "¡Ay!" de Jesús (hôj: en hebreo, ouaí: en griego) que no son una maldición, ya que Dios es incapaz de augurar el mal o desearlo. Se trata, no de una amenaza sino de una lamentación marcada por el dolor: nos quiere aclarar que si estamos llenos de cosas, si saciamos todos los apetitos, si buscamos aplausos y consensos aún traicionando la verdad o endiosando lo políticamente correcto, no seremos nunca felices.

Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios ángeles para hacer una travesura. Uno de ellos dijo: Debemos quitarles algo a los seres humanos… pero ¿qué? Después de mucho pensar, otro dijo: ¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. El problema es donde esconderla para que no puedan encontrarla. Propuso el primero: Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo. No, recuerda que tienen fuerza; alguno podría subir y encontrarla, replicó otro. Se escuchó una nueva propuesta: Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar. Otro de los duendes señaló: No, no olvides que son curiosos, alguno podría construir un aparato para bajar, y entonces la encontrarán. Escondámosla en un planeta bien lejano de la tierra, propuso otro. No, le dijeron. Recuerda que les dieron inteligencia, y un día alguno va a construir una nave para viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad. El más astuto y viejo, que había permanecido en silencio escuchando atentamente a cada una de las propuestas, dijo: Creo saber dónde ponerla para que nunca la encuentren. Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono: ¿Dónde? La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola afuera que nunca la encontrarán. Todos estuvieron de acuerdo y desde ese entonces ha sido así.

Como dice el poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973): "La felicidad no es exterior sino interior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos sino de lo que somos".