Sigue provocando preocupación y asombro el proyecto del gobierno de Uruguay de estatizar la comercialización de la marihuana. Para los expertos, la idea del presidente José Mujica peca tanto de ingenuidad como de irracionalidad, aunque no deja de sorprender la audacia, que el mandatario la compara en trascendencia con la entrega de netbook a estudiantes, que luego copiaron varios países.
También alarma que el proyecto no haya expuesto en reuniones internacionales, como la de Cartagena, en abril último, cuando los mandatarios latinoamericanos acordaron un documento para consensuar la lucha contra las drogas, oportunidad en que el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, buscó sin éxito apoyos para su plan de legalizar el comercio de estupefacientes. Más allá de estas impericias, estatizar el comercio de marihuana, para vender pequeñas dosis a los consumidores con el fin de legalizar la oferta y desactivar el narcotráfico, porque el adicto supuestamente la sustituiría por el paco, la cocaína y las drogas sintéticas, es descabellado: la pasta base es estimulante y la marihuana ansiolítica. Por ello, los narcos seguirán activos con las drogas duras
Desde la óptica política, despenalizar la droga no debe ser una medida unilateral porque se trata de un flagelo mundial que se trata de contener por diferentes medios y merece consenso por lo menos regional. Este caso no sólo legalizaría el aumento del consumo, sino que garantizaría el desarrollo del delito en América del Sur. Queda en definitiva la esperanza que surge de las propias palabras del presidente uruguayo: "Si el 60% de la población no entiende la iniciativa, nos vamos a ir al mazo, porque esto es una batalla de la nación entera”, dijo Mujica, acertadamente.
