Nuestro prócer, Manuel Belgrano era, según Bartolomé Mitre,"de regular estatura, de ojos grandes de color azul sombrío, de cabello rubio y sedoso, de tez muy blanca y algo sonrosada. Su fisonomía era bella y simpática. Su carácter de una grave serenidad. La nariz era algo prominente, fina y ligeramente aguileña. Era escaso de barba, no usaba bigote y llevaba la patilla corta a la inglesa. Su contextura era delicada y su educación física, no lo había preparado para los trabajos de la guerra. Estaba dotado de una gran actividad corporal que lo hacía sobreponerse a toda fatiga. Sus maneras eran sumamente cultas, sin afectación, sus gestos y ademanes muy medidos. Su conversación, amena y seria; sencillo en el vestir y en sus arreos militares y sumamente aseado. Su uniforme consistía en: una levita de paño azul con alamares de seda negra, gorra militar redonda, pantalón azul sin franja y en los últimos tiempos, botas de montar a la inglesa.
En 1814, Belgrano se encuentra con San Martín en la Posta de Yatasto. Dos patriotas con el mismo ideal revolucionario.
"El mes de junio es muy significativo en la vida de Belgrano, que nació y murió en Buenos Aires, el 3 de junio de 1770 y el 20 de junio de 1820 respectivamente. Su nombre completo es: Manuel Joaquín del Corazón de Jesús. En 1783 comienza sus estudios en el Colegio Real de San Carlos y tres años después viaja a España junto a su hermano Francisco y se inscribe en la Universidad de Salamanca para estudiar Derecho. En 1789 recibe el Diploma de Bachiller en Leyes de la Universidad de Valladolid. En 1790 es Presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política. El Rey Carlos IV lo designa Secretario del Consulado de Buenos Aires (1793). Al año siguiente, la Corona erige el Consulado en Buenos Aires y lo nombra como Secretario. En 1806 se produce la primera Invasión Inglesa, en el Río de la Plata. Es designado Sargento Mayor del Regimiento de Patricios. Comienza a estudiar táctica militar. En 1810 comienza a editar el "Correo de Comercio de Buenos Aires, por pedido del Virrey Cisneros. Es nombrado Vocal de la nueva Junta de Gobierno. En este mismo año es General en jefe de la expedición contra la Banda Oriental y comienza su vida militar en Tacuarí. En 1812 parte hacia Rosario con la misión de establecer dos baterías, sobre el río Paraná. Crea la escarapela nacional color blanco y azul celeste, propuesta por nuestro prócer y el 18 de febrero la adopta como símbolo nacional. Iza la Bandera argentina en la Batería del Paraná. Belgrano es designado Jefe del Ejército del Norte. Suceden hechos bélicos: éxodo jujeño, victoria de la batalla de las Piedras, victoria en la batalla de Tucumán y Salta; derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. En 1814 se encuentra con San Martín en la Posta de Yatasto, que fue el mudo testigo de la reunión de dos grandes personalidades de la Historia, imbuidos del mismo ideal revolucionario. Los dos patriotas encontraron una misma dificultad: el gobierno no apoyó sus tareas y jamás se puso a la altura de ellos que buscaban la libertad y la independencia de los pueblos. En 1816, el Congreso de Tucumán, decreta el uso de la bandera azul y blanca creada por Belgrano. En 1819 se agrava su enfermedad, sufría de "terciana”, que consistía en una cefalea intermitente. En 1820 llegó a Buenos Aires, débil y exánime; en su casa paterna muy enfermo vivió sus últimos días. El 25 de mayo había dictado su testamento "encomendando su alma a Dios y su cuerpo a la tierra de que fue formado”, según sus propias palabras. Declaró como su heredero a su hermano, el Canónigo Domingo Estanislao Belgrano, a quien nombró patrono de las escuelas por él fundadas. Antes de morir obsequia su reloj de oro a su médico Dr. Redhead y sus últimas palabras fueron: ¡Ay, Patria mía! A las siete de la mañana del 20 de junio de 1820 expiró a la edad de 50 años y 17 días. Su cadáver fue sepultado en el atrio del Convento Santo Domingo, en un féretro de pino, cubierto con un paño negro. Sobre él se colocó una losa de mármol, con el siguiente epitafio: "Aquí yace el General Belgrano”.
Por Ernesta Rombola Dibella de Belbruno
Profesora en Letras