Varias veces he escrito aquí sobre los célebres recuerdos de Eva Perón en el mundo, del papel de Juan Perón en el exilio y de los padecimientos de miles de argentinos bajos los años de la dictadura a partir de 1976. Pero ahora me refiero a otros padecimientos, los de Evita después de su muerte, el 26 de julio de 1952. Es que, como se ha contado tantas veces, su cuerpo peregrinó dos décadas hasta encontrar de nuevo destino argentino, en 1974, en la residencia de Olivos, junto a su ya para entonces fallecido esposo. Sin embargo, no sería la morada final de aquel cuerpo de muñeca que embalsamó a la perfección el español Dr. Pedro Ara. Con el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón (1976), sus despojos mortales serían exhumados una vez más para trasladarlos al cementerio de La Recoleta por orden de Jorge Rafael Videla, versado en el manipuleo de cadáveres molestos.
Pero en ese promiscuo recorrido fúnebre hubo una escala en el cotizado barrio de Puerta de Hierro, Madrid, de la que poco se ha hablado con detalle. Tuvo su inicio el 3 de septiembre de 1971, cuando el enviado del presidente Alejandro A. Lanusse, embajador brigadier Jorge Rojas Silveira, entregó en la Quinta "17 de Octubre” el féretro que, bajo el nombre de María Maggi de Magistris, había sido enterrado en un cementerio de Milán por orden del general Pedro E. Aramburu, poco después de tomar el poder de la Revolución "’Libertadora”, tras desplazar a Eduardo Lonardi en noviembre de 1955. Era otra señal del terrorismo de Estado, junto a los fusilamientos de 1956 y después, los 30 mil desaparecidos entre 1976 y 1983. Fue el propio Juan Domingo Perón quien recibió y reconoció los restos, con lágrimas en los ojos en aquella Quinta emblemática que fuera vendida en los años ’90 y destruida para la construcción de varios chalets.
"Una vez que Rojas Silveyra entregó el féretro a Perón aquel día todavía veraniego de 1971, el general quiso abrirlo para comprobar si de verdad se trataba de su segunda esposa. A partir de ese momento la casa, que siempre fue tranquila, se convirtió en una especie de santuario a pesar de que continuaban las rutinarias reuniones políticas del general con muchos visitantes. Pero todas las actividades tenían un acento de respeto y de unción. Incluso cuando lo visitó el Dr. Arturo Frondizi, en marzo de 1972, que fue el único encuentro de la historia entre ambos, estaba el cuerpo de Evita con nosotros. Recuerdo que, tras la despedida a Rojas Silveyra, una vez que todos quienes vivíamos en la residencia quedamos solos, el general dio la orden de tomar varias fotografías y filmar el féretro abierto. Así como la caja mortuoria estaba oxidada y abollada notablemente, al cuerpo se lo veía muy deteriorado, corrompido por la humedad, los insectos y aquellas manos llenas de odio que lo atacaron tras la revolución del ’55 en la CGT, donde había quedado instalado tras su muerte. Tenía señales de golpes en la cara y cuello, puntazos en la sien derecha, un golpe muy fuerte en la nariz y un dedo de la mano derecha; el tercero, cortado. A su vez las plantas de los dos pies estaban cubiertas de brea. Viendo todo esto, Isabel Perón dispuso limpiar el cadáver inmediatamente, lo que le llevó varias semanas. Una vez terminada esta tarea lo colocamos en otro féretro forrado en tela celeste, y una túnica de seda blanca que le habían confeccionado días antes las Madres Mercedarias de Madrid. Quedaban así formados los colores celeste y blanco. Otra etapa fue la del cuidado de sus rubios cabellos. Para eso, Isabel se tomó el trabajo de limpiarlos cuidadosamente de los insectos y la tierra. Y los peinó, recogiéndolos hacia un costado de la cabeza.”
Más adelante, cuando ya Perón había muerto e Isabel era presidenta, el 17 de noviembre de 1974, a dos años exactos del primer regreso de Perón a la Argentina, el cadáver llegó de nuevo a Buenos Aires tras 19 años de ausencia. Aún le quedaba dos años de incertidumbre en la Quinta de Olivos, hasta su descanso en el mausoleo familiar del cementerio de La Recoleta. Era el momento en que Videla, Massera y Agosti comenzaban el período de persecución, secuestros y genocidio jamás visto en la Argentina y del que, afortunadamente todavía la justicia trabaja en cumplir con todas las condenas necesarias, incluso en San Juan. Pero Evita sigue tan vigente que el año pasado fue nombrada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como la "Mujer del Bicentenario”.
