Parecía que el principal conflicto social que tendría el gobierno en estos días sería el de los remises, movilizados ruidosamente en el centro por la falta de licencias.
Pareció luego que serían los viñateros, jaqueados por una crisis aún más profunda que sus colegas campesinos de la Pampa Húmeda, pero con menos relevancia en las agendas.
Pero no, nuevamente fueron los maestros. Y lo fueron luego de un inicio de bandera blanca -no de rendición sino de paz- que permitió soñar por un rato con un inicio de clases armonioso. Y hasta se animó a mirar cómo el conflicto docente se generalizó en todo el país mientras San Juan, por primera vez en años, quedaba afuera de esa anormalidad.
Ilusión óptica al fin, poco tardó de descerrajar con fuerza su carga impiadosa sobre los castigados alumnos locales -tal vez los más castigados del país en los últimos 10 años, paradoja en la tierra de Sarmiento-, acumuló cuatro días de paro en dos semanas y recorrió rápidamente todos los episodios de la dramática historia reciente: amenazas, tironeos, huelga, jueces, y vuelta a empezar.
La diferencia entre aquellos años y éste es el empinado nivel de la refriega, que alcanzó categoría de ruptura peligrosa esta semana. Nunca antes las posiciones se habían radicalizado como hasta ahora: llegar hasta segunda instancia de Tribunales y llevar a las partes a retirarse toda clase de colaboración. Lo atestigua la salvaje manera que tuvo el gremio de comunicar sus últimas dos medidas de fuerza y la decisión del gobierno de golpear sobre los ingresos que mantienen vivo al gremio por medio del aporte de sus afiliados.
¿Por qué fue que se llegó a semejante nivel de puentes rotos? Una parte importante de la explicación la puede aportar la manera de negociación propuesta con el gremio, que peca de excesiva participación y tiende a hacer retroceder cualquier semilla de acuerdo que consiguiera germinar.
Se ha escrito mucho desde esta columna, incluso cuando al gremio UDAP lo conducía la ahora funcionaria Ana María López de Herrera, sobre los condicionamientos que impone el plenario a la delegación negociadora, al punto de rechazarle sin más trámite algún bordado fino para acordar.
Es un sistema de negociación gremial no demasiado utilizado justamente por eso: porque a pesar de promover la democracia y la participación, son demasiadas voces juntas para una sola negociación. Ocurre a menudo, y este caso del gremio docente más numeroso de San Juan lo hace más aún, que los plenarios desautorizan a sus propios negociadores y vuelve todo a fojas cero. La contraparte no resistirá la tentación, en algún punto, que explicar las propuestas directamente al plenario para evitar ese paso de desgaste con una conducción que termina reducida a la insignificancia.
Eso ocurrió en los últimos años de Ana María -a quien le costó la comunicación y la sintonía con el plenario- y ocurre ahora con Graciela. Y pasó el martes a la noche, el día en que se quemaron todos los puentes. La oferta del gobierno en ese momento, si bien no maravillaba, podía tener algún futuro y eso fue lo que se sintió cuando UDAP salió de la reunión con el gobierno. La respuesta no sólo fu su rechazo abrupto, sino la convocatoria a un paro para el día siguiente y por 48 horas. Todo demasiado distinto a lo que se había hablado en la mesa.
Y sobrevino el otro factor que aceleró la ruptura: las formas. Los dos paros docentes decididos en lo que va de este flamante ciclo lectivo fueron decididos a las 23.30, una hora en la que muchos padres y escolares ya están soñando con los angelitos. El despropósito es una consecuencia inmediata: pese a la dinámica de la tecnología que pone páginas de información por Internet o SMS para cadenas de mensajes entre padres y alumnos, muchos despertaron a cumplir con su obligación y quedaron a la deriva en la calle.
En algo coinciden en los despachos públicos y en el los del gremio: cómo hacer para contener la furia de los plenarios que evitan un acuerdo que ambas partes ya habrían dado por saldado. La ministra Díaz fue prudente en ponerle palabras armoniosas a su queja por este punto y dijo que la conducción "no supo explicar". Y la conducción conoce la dinámica y no puede ir contra ella, pero siente que el margen de maniobra se le achica.
Especialmente ahora que el gobierno ha decidido ir hasta el fondo en la pulseada contra el gremio: a pesar de estudiar cada palabra, la furia radica en las acciones que buscan impactar en la línea de flotación del gremio, que es el financiamiento que consigue porque el Estado como empleador les retiene y deposita la cuota gremial y ahora pretende suspender. Además, el pedido de desacato por no haber obedecido una orden judicial pende sobre sus cabezas y no sobre las del plenario.
Aunque piensan razonablemente que a nadie se le ocurriría fogonear la detención de dirigentes gremiales que reclaman, a pesar de que hayan desbordado el margen de la ley como también la desbordan los piqueteros y ruralistas que cortan rutas.
Tampoco ha conseguido el gobierno transmitir con eficiencia la situación financiera, que no es un dibujo sino una parte de la realidad. Las cuentas públicas provinciales ya no están en condición de generosidad de otros años, que les permitían avalar incrementos al sector público de no menos del 15% anual. Como tampoco lo están las empresas privadas y eso hizo que los ímpetus gremiales comenzaran a sosegarse ante la evidencia.
Pero en este último hay un cambio de tendencia desde la búsqueda de aumentos hacia el lado de la conservación del empleo, que no se verifica en el sector público donde esos puestos de trabajo parecen estar asegurados. Por eso, la acción gremial en el sector estatal opera sin el fantasma de los despidos que afecta al resto de los mortales.
Se entiende por allí entonces una mayor agresividad de esta fracción, con el aval de lo que se ha depreciado el poder adquisitivo de las familias pero perdiendo de vista el escenario de lo posible que permite filtrar la crisis.
No fue mala, por esas razones, la oferta salarial del día en que todo terminó ardiendo. El 6% de incremento sobre el coeficiente que se usa para fijar el sueldo es el mismo porcentaje en que se ha incrementado la coparticipación en los primeros meses del año. A eso hay que sumarle una suma fija en pesos o en tickets, como para que mereciera al menos una consideración y no un bofetazo de paro.
Esas dificultades que genera el ritmo de ingreso de fondos coparticipables tienen un mal recuerdo para los sanjuaninos. La peor crisis política de la historia provincial tuvo esos dos ingredientes en 2001: la coparticipación que goteaba monedas y los sueldos docentes impagos por 4 meses. Llama, al menos, a tenerle respeto.
Sumado a eso, una ecuación difícil de explicar hizo que el fondo compensatorio que paga la Nación para que las provincias garanticen un haber mínimo a los docentes de todo el país se redujo de $250 a $200. La diferencia, entones, habrá que cargarla a la cuenta provincial.
La renta sojera, si se concreta, devolvió el ánimo a las cuentas provinciales. Pero es poco para volver a la normalidad, que a esta altura uno ya no lleva la cuenta desde cuándo se perdió.

