Entretenimiento, diversión, tecnología, satélites, relatos salvajes y comodidad, están al alcance de todos. La gran mayoría todavía puede acceder a la educación, tanto de aulas, artículos, como de libros, Internet, de fe, gustos, y hasta del más preciado confort.
Nos sentimos seguros y fuertes ante lo añejo, creyendo tener todo bajo control, en medio de un cachengue único de gran estilo de noche loca, o envueltos en la distracción de una fiesta de escape en viernes o sábados por la noche, ante tanto temblor. Pero todo aquello, que hemos recibido, hacemos, festejamos y sentimos: ¿Tiene todo ello algún porvenir? ¿Tenemos una meta en común? ¿Nos sentimos llenos?
El hombre es original en muchas cosas, pero lamentablemente, todavía no augura un culto de superioridad intelectual. La mayoría accede a la educación contención, pero pocos al conocimiento profundo. El universo de élites carece de espíritu filosófico, si observamos cada vez más, a una gran cantidad de especialistas recién recibidos, cuando pujan por algún puesto de reconocimiento o labor para no quedar segregados. Los eruditos de las ciencias especializadas abundan compitiendo por doquier, y mientras tanto, la humanidad toda ignora a donde ir.
Las palabras de Nietzsche taladran con fuerza cuando afirmó implacable: "Los verdaderos filósofos son los que mandan y legislan”. Estos pujantes y valientes obreros del pensar al estilo categórico de Kant, Hegel, o Kierkegaard, ya escasean. Los grandes filósofos creadores de sistemas originales, transformadores, revolucionarios de principios, resultan meros recuerdos del pasado. Casi todos los ideólogos especialistas del presente, sangran, al meterse en aguas profundas. Es que las letras se sienten impotentes ante tantos esclavos del saber. Los caudillos sobresalientes dominadores del conocimiento, desaparecieron. Y, por ello, naufragamos en un inmenso mar de chatura cultural, bajeza espiritual, placer corporal, chimentos vagos de prensa taquillera y de liviandad, que nos trae el último furor de la moda o novedad, lejos de la religión. ¿Será necesario que aparezcan los nuevos filósofos creadores del hacer práctico cotidiano, para que sean escuchados ante la escasez de sistemas?
Mientras tanto, ¡Qué impotencia sentimos ante un escrito de Nietzsche o Borges! Que bajeza ante tantas letras escurridizas que se las lleva el viento de los premios noveles o periodísticos ¡Que incapacidad de lograr espíritu filosófico! Nietzsche, equivocado o no, cumplió con su misión de ser filosofo. Y ahora, en sus escritos eternos, sabemos como ubicarlo en la Filosofía. Aquél rebelde, hiriente, con su mente demoledora de dogmas. Un hacedor critico del conocimiento inquisidor, con las ideas del bisturí profundo, que da la disciplina, el rigor, y el talento único. Algo tan poco taquillero y para nada agradable. ¿Actualmente nos esforzamos por ir a fondo? ¿Cómo nos posicionamos frente al pasado y al futuro?
Nos solemos ubicar ante la historia con una máscara para cada ocasión, y frente al futuro, con poca seriedad. Ante tanta mediocridad ya casi nada nos interpela, ni sorprende, ni nada nos cae bien. La historia se nos sigue riendo en la cara, adueñándose de todo lo que nos rodea. Nuevos ropajes se coloca, cuando adapta sus variables estudiándoles servilmente, para que este sistema concentrador siga subsistiendo, pero sin una suficiente convicción de querer llegar a fondo.
¡Ay! ¡Qué misión envidiable la de ustedes los nuevos filósofos! ¡Qué misión les espera! Sí, la de vosotros, la de algunos doctores que todavía curan, la de algunos maestros que enseñan en la precariedad, la de los políticos honestos, la de estudiantes con ansias de logros, la de aquellos policías que vigilan, y la de ciertos jueces que todavía legislan. ¡Si! A vosotros les digo: "Adelante, vale la pena”. No os desaniméis. Sigan luchando ustedes, porque sois, a partir de ahora: "Los nuevos filósofos”. ¿Qué sería de este mundo sin estos nuevos filósofos del hacer, frente a tanto filósofo de ideas? Las ideas poco sirven, si sólo buscan agradar al paladar del vecino, pero se desdicen de lo real. No obstante, todavía el gran vacío, inunda nuestro ser. La historia se nos ríe en lo progre de hoy, los ángeles lloran, la tierra tiembla ante tanto orgullo, ignorancia y desesperación.
¡Ay! Si supieran que desde sus acciones concretas de cumplir con la simpleza…Si supieran, que desde sus iniciativas modestas de subsistencia, ante los esquemas de las crisis, tienen el poder de interpelar a fondo. Si conocierais, como va a cambiar todo esto…Y, pronto, demasiado pronto.
(*) Periodista, filósofo y escritor.