Ya sea en el deporte como en las ramas artísticas (canto, baile, modelaje, entre otras), los chicos son sometidos a situaciones que no tienen por qué vivir. La presión y las exigencias para ser el o la mejor en lo suyo, a cualquier precio, termina siendo un círculo vicioso y cerrado, que lejos de potenciar su arte lo perjudica y deja una marca imborrable para el resto de su vida.

Los estudios sobre el tema dicen que muchos chicos de la actualidad son obesos como consecuencia del sedentarismo, pero más allá de la atracción que provoca sobre ellos la computadora, por ejemplo, hay que señalar que en muchos casos recurren a ella para evadirse de la presión excesiva que se ejerce sobre ellos.

Para ocupar ese tiempo libre, eligen estar sentados frente a una computadora en vez de hacer algún ejercicio físico. ¿Por qué? Simple: porque en los juegos de la computadora nadie les exige nada; ellos solos se ponen sus propios objetivos.

En una cancha de fútbol como en la TV. En ese marco de exigencia constante, lo que ese chico debería hacer por placer, diversión o pasatiempo, pronto termina por cansarlo y fastidiarlo. Con sólo estar una tarde en una cancha de fútbol infantil se podrán encontrar cientos de ejemplos como fiel reflejo de esta cruda realidad. Ello puede verse también en algún programa de televisión donde son sometidos a la calificación de un "’jurado” frente a un numeroso público, y con la tensión extra de que se muestran ante miles de televidentes.

En la mayoría de los casos, según explica la psicología, los mayores intentan evitar que sus hijos padezcan sus mismas frustraciones. Es decir: si yo no pude ser, vos tenés que serlo.

Fuera del rectángulo en el que sólo deberían jugar y divertirse, madres, padres y profesores (en varios casos sin formación) gritan, se pelean y amenazan, suponiendo que con ello le van a hacer un bien al chico. ¡Qué lejos que estamos!

El ganar o lucirse debe ser un objetivo a alcanzar, pero se tiene que estimular al chico de manera razonable y de acuerdo a sus valores y capacidades concretas y posibles.

Historia que conmueve. Un hombre con una vasta trayectoria en el fútbol, sobre todo en el infanto-juvenil (con un paso por la Selección), contó una historia que gráfica el sufrimiento de los jóvenes por la presión de sus padres. Un chico, que es una muy buena persona y que además tenía muchas condiciones técnicas, sufría durante los partidos el hostigamiento de su padre. Le gritaba, lo maldecía, lo presionaba. En fin, un sinfín de cosas negativas. El caso es que este joven fue ascendiendo de categorías, hasta que llegó a la Primera. El día del debut, jugó unos minutos y cuando terminó el partido, se acercó al alambrado, le tiró la camiseta al padre y le dijo: "Tomá, ya cumplí tu sueño. No voy a jugar nunca más”. Impactante, chocante y que debería servir para reflexionar.

Ya sea en el fútbol como en otras disciplinas (donde sólo un ínfimo porcentaje llega a "triunfar”), los chicos deben aprender valores para desarrollarse en la vida cotidiana. Primordialmente tienen que ser libres y tienen que disfrutar con lo que hacen. El destino y las condiciones personales dirán qué será de su futuro. En este proceso de crecimiento ellos no están preparados para sufrir esta carga psicológica. Por ello no se los tiene que castigar de esa manera.

Cada uno debe ocupar el rol que tiene asignado: el profesor/entrenador, enseñar; y el padre/madre, apoyar y estimular. No hay que mezclar los tantos y hacer el mal.

Por eso, con los chicos ¡No! No hay que "jugar” con ellos; sólo ellos deben jugar.