Ya sea en el deporte como en las ramas artísticas (canto, baile, modelaje, entre otras), los chicos son sometidos a situaciones que no tienen por qué vivir. La presión y las exigencias para ser el o la mejor en lo suyo, a cualquier precio, termina siendo un círculo vicioso y cerrado, que lejos de potenciar su arte lo perjudica y deja una marca imborrable para el resto de su vida.
Los estudios sobre el tema dicen que muchos chicos de la actualidad son obesos como consecuencia del sedentarismo, pero más allá de la atracción que provoca sobre ellos la computadora, por ejemplo, hay que señalar que en muchos casos recurren a ella para evadirse de la presión excesiva que se ejerce sobre ellos.
Para ocupar ese tiempo libre, eligen estar sentados frente a una computadora en vez de hacer algún ejercicio físico. ¿Por qué? Simple: porque en los juegos de la computadora nadie les exige nada; ellos solos se ponen sus propios objetivos.
En la mayoría de los casos, según explica la psicología, los mayores intentan evitar que sus hijos padezcan sus mismas frustraciones. Es decir: si yo no pude ser, vos tenés que serlo.
Fuera del rectángulo en el que sólo deberían jugar y divertirse, madres, padres y profesores (en varios casos sin formación) gritan, se pelean y amenazan, suponiendo que con ello le van a hacer un bien al chico. ¡Qué lejos que estamos!
El ganar o lucirse debe ser un objetivo a alcanzar, pero se tiene que estimular al chico de manera razonable y de acuerdo a sus valores y capacidades concretas y posibles.
Ya sea en el fútbol como en otras disciplinas (donde sólo un ínfimo porcentaje llega a "triunfar”), los chicos deben aprender valores para desarrollarse en la vida cotidiana. Primordialmente tienen que ser libres y tienen que disfrutar con lo que hacen. El destino y las condiciones personales dirán qué será de su futuro. En este proceso de crecimiento ellos no están preparados para sufrir esta carga psicológica. Por ello no se los tiene que castigar de esa manera.
Cada uno debe ocupar el rol que tiene asignado: el profesor/entrenador, enseñar; y el padre/madre, apoyar y estimular. No hay que mezclar los tantos y hacer el mal.
Por eso, con los chicos ¡No! No hay que "jugar” con ellos; sólo ellos deben jugar.
