El noble salvaje de hoy es hijo del delirio y la ignorancia creando un ambiente ideal de supervivencia. Aquí la burla al inteligente junto a la ley de la selva, suele estar al acecho.
El delirio es creador de monstruos. Contribuye a la cultura del sálvese quien pueda cuando disocia lo ficticio de lo real. Al confundir lo objetivo con lo subjetivo crea un vaciamiento e inseguridad. El delirio es una falsa creencia, experimentada por la víctima como amenazadora o excitante, y frecuentemente asociada con estados psicóticos. El delirio no deja dormir tranquilo. Al contrario, inquieta cuando a todo lo ve flotar en un río de conspiraciones. En ello, la gente sana puede padecer de delirios cuando es parte de una histeria grupal, que muchas veces explica el porqué de la violencia de las masas. Los demagogos, entre ellos Hitler o Mussolini, sabían convocar a las grandes multitudes, para influir con más fuerza en modos irracionales. Tenían la habilidad necesaria para justificar y ver nobleza de piedad en los mismos mecanismos irracionales de conducta, casi con un cierto cinismo. Solían disociar lo bueno y lo malo, proponiéndose ellos como el parámetro de la bondad.
El delirio no es lo mismo que la ilusión, ignorancia, orgullo o intolerancia. La ilusión es una experiencia engañosa, un poco física y psicológica. A veces hablamos acerca de las ilusiones cuando alguien sueña con la amada ideal, o aquel trabajo exitoso que todos anhelamos. Y, es aquí cuando la ilusión es más fantasiosa y un estado menos dañino que el delirio, si se nos escapa de las manos. Una cosa es el error y otra la patología. Salvo que sea algo psicológico, el delirio suele ser hijo de la ignorancia. Los hermanos que la rodean son la superstición, inseguridad, prejuicio, intolerancia, fobia y mentira. Al respecto, el delirio y el orgullo suelen ser excelentes creadores de monstruos.
Si repasamos la historia con el pensamiento del noble salvaje, que se idolatraba en el S XVIII, solo se mostraba la alegría de la vida natural alejada del dominio y del conocimiento. "El noble salvaje" de hoy, es hijo del delirio y la ignorancia creando un ambiente ideal de supervivencia. Aquí la burla al que tiene preparación intelectual, junto a la ley de la selva, suele estar al acecho. Pero, la ignorancia no es salida para nadie, sino un camino para la esclavitud y el olvido de la identidad. Es la que comanda enérgicamente a los grandes delirios populares. También, alimenta a las absurdas creencias en las supersticiones, hechizos, maldades, adivinaciones, y las desapariciones por extraterrestres, o que todo se logra cómodamente por arte de magia. Aumenta la indiferencia, individualismos, sospechas, la desconfianza y el triunfo del todo contra todos.
Muchas personas actúan con ataques que parecen de locura o delirio, que sin embargo suelen desnudar el miedo y la preocupación. Si alguien se siente en situación de marginalidad, desconfianza y sin seguridad, vive la ley de la selva, dictando sus propias leyes. Ellas llevan indefectiblemente a los pueblos a la brutalidad primitiva de autodefensa. Además, crea el escenario ideal para la confusión y la improvisación que distraen solo por un tiempo en medio de un mar tenue de delirio e ignorancia, sin rumbo sólido. Es que el verdadero delirio consiste en pensar que el conocimiento no importa para nada y que cada cual puede hacer u opinar haciendo lo que le convenga o plaza, de acuerdo a su realidad momentánea.
Oportunamente, hay hombres que se debaten miserablemente en la superstición, el terror, dogmatismo y la jactancia, con una incapacidad de pensar rectamente. Incluso incapaces de pensar en libertad, porque suelen estar atados a profundos intereses. Es aquí cuando el delirio resulta hijo de la ignorancia y del individualismo ideológico. Seguidamente, la ignorancia termina alimentando al miedo y la ineficiencia.
En esta línea el filósofo Baruch Spinoza, compuso un tratado teológico-político para demostrar que la libertad de pensamiento no solo es compatible con la tolerancia, Ley y la paz del Estado, sino que es imposible destruirla sin eliminar al mismo tiempo esa paz y esa tolerancia o piedad.
En su obra "Pensamientos sobre la Educación", Locke, volvió a mostrar la importancia sobre el tema educativo en las sociedades cuando recomendó razonar con los niños. Los niños se dan cuenta y gustan de ser tratados como criaturas razonables. No hay que subestimar a nadie. Sino, tratar de desarrollar en los más vulnerables capacidad intelectual de oficio, como una salida a la mediocridad, ignorancia y al miedo delirante del futuro.
Sin embargo, la vida -dice Shakespeare- es una fabula contada por idiotas, llena de ruido y de pasión, y que no significa nada. Y, que otro tanto puede decirse de la historia, porque la humanidad, desde el principio de los tiempos, se desplaza sobre un reguero de sangre, bajo una bóveda de gritos, de risas y de llantos. No obstante, es necesario decir con profundidad, aunque a algunos les duela, casi como un deber del periodismo, que el delirio nos llena de ignorancia, miedo paralizante, autodefensa y olvido.
(*) Periodista, filósofo y escritor.
